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HOMENAJE AL POETA FARÍAS
Gaceta, El País, Cali Junio 29, 2014
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Un homenaje al poeta Fabio Arias
Por: Leonardo Medina Patiño |
Especial para GACETA .com ,Viernes, Junio 27, 2014
El poeta Fabio Arias, mejor conocido
como Farias, nació en Barbacoas, Nariño, en 1950. Falleció en Cali el pasado 4
de junio. Archivo Gaceta.
Lo veíamos venir con su singular
caminado los viernes en la tarde, para departir un final de semana con algunos
vinos -él prefería su cerveza-, y conversar largamente sobre los
acontecimientos actuales. Era amigo de todos, nadie se escapaba a su radar de
amistad. También “a todos nos vio nacer”, tanto que Medardo Arias, con su buena
capacidad inventiva, le nombró jocosamente como presidente de Asoparupa, que
significa Asociación de Parteras Rurales del Pacífico, porque el bueno de
Farias, siempre que se refería a algún amigo o conocido, decía: “yo lo vi
nacer”.
Nosotros, tristemente, lo vimos
morir.
Y duele saber que ya no estará
físicamente con nosotros, enseñándonos, compartiendo experiencias, haciendo
apuntes sobre determinado hecho o, lo mejor, escuchando al Benny Moré a quien
le hizo un bello poema: “… Afuera prosigue /la leyenda de un tal Benny Moré/ y
aceptas como pesadilla/ la amistad del cantante/ que abandona la orquesta/ y
viene a saludarte”
En diciembre, Farias me hizo
comprarle un dvd donde presentaban videos de la vida y obra del ‘Bárbaro del
ritmo’. En el carro iba emocionado “como un niño en primavera”, señalando la
pantalla, y con su vozarrón declaraba: “Hace lo que le da la gana con la voz”.
Otras veces, casi llorando en mi apartamento, fumándose un cigarrillo en el
balcón, me gritaba: “Estamos frente a un monstruo”. La verdad es que Farias
amaba al Benny, con quien seguramente hoy estará en un encuentro celestial.
Este viernes me hizo falta su
presencia, su sonrisa amable, su saludo característico de “Q’hubo ahijado”.
Andaba feliz con las recién adquiridas gafas que le permitían leer un poco más
en la biblioteca Comfandi, donde diariamente acudía en las mañanas a informarse
en el diario El País de ese mundo al que él había renunciado hacía ya mucho
tiempo, con un radicalismo extremo.
Le propuse varias veces la re-edición
de su obra poética compilada en su libro ‘Bulevar del sueño’, pero el poeta era
algo terco, bastante difícil para definir estos asuntos, porque mantenía su
dignidad intacta, su valor como hombre de letras no era negociable con
editoriales; ante esa infructuosa empresa, preferí mejor sentarme con él, junto
a una botella de vino, en el mismo balcón donde se fumaba sus cigarros e
impregnaba la sala de mi apartamento de olor a nicotina, a que me leyera sus
poemas con la misma fiebre con que cantaba los boleros del Benny. Inicio su
lectura, así:
Tiro de gracia
Pienso
que toda esta adversidad
que nos corrige
va dando sus frutos esperados.
Más vale temprano
el golpe sordo de la noche
que un tiro de gracia en pleno vuelo.
Aves de confianza
Me he reconciliado
con la sencilla astucia de los pájaros
Me he dado a su vuelo
que avisa el desangre del verano.
He comido de su pesca milagrosa
en la misma playa
donde el aceite y los niños se confunden.
He conversado contigo
como anfitriona de palmeras
que apuntan el atardecer
de los bienes terrenales
No me he cansado de entender
a estas discretas
aves de confianza
que nos permiten hablar
de las cosas imposibles”
Ya sé que todos conocen el poema que
hoy lo hace inmortal, escrito en su época del Santa Librada, porque en boca de
muchos escritores, poetas y amigos, estos versos andan. Tan es así, que justo
estando el poeta en convalecencia, Medardo Arias nos recitó, en casa de Armando
Barona Mesa, a manera de homenaje al poeta Farias:
‘Una lágrima edificó la lluvia’
Y decimos
que anoche soñamos
en colocar las heridas aisladas de los nervios
o que éramos pulpos
que algún Sol les traicionó su Mar
para dejarnos mutilados hasta los poros.
Y al poco tiempo
una lágrima edificó la lluvia
y nos quedamos solos
mirando desteñir los cuerpos caminantes
y les vimos los ojos, las manos, los pies
y nos parecían que estábamos amarrados
a sus esquinas serpientes
para luego darnos cuenta
que no teníamos nada.
Todo le pertenecía a la temperatura del ser.
Porque debimos comprender
que hay un espejo en cada palabra
y a veces en una palabra
miles de espejos se miran”
Fueron muchas las experiencias que
con el poeta Farias compartí. Por eso, cuando en mi oficina le dio el infarto
cardíaco, nunca creí que se nos fuera, porque aún tenía mucho por contarnos,
tanto, que al visitarlo en la sala de urgencias del HUV lo encontré sonriente,
con sus dichos propios del pacífico, llamándole “torturadoras” a las enfermeras
por las inyecciones que con frecuencia le aplicaban, para lograr sostenerlo un
poco más para nosotros.
¡Ah! No les había dicho que Farias
era ateo, y pudo, como el arquitecto del Universo: “edificar con una lágrima,
una lluvia”.
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Poeta
“Farías”: hasta la ebriedad, siempre.
Por Ómar Ortiz *
El título del presente homenaje
es el inicio de una canción de Tabaré Cardozo el genial murguero uruguayo que
me parece resume la desnudes de la noche caleña, una vez que la parca se ensañó
en la humanidad del poeta Fabio Arias,
“Farías”. Porque si noctambulo alguno recorrió Cali de noche por sus
recovecos de música y bohemia fue sin duda alguna el poeta de Barbacoas que
caminaba sus palabras envuelto en ese cálido manto que abriga a los diferentes,
a los extraviados, a los que se salen de la fila, a los que como los
murciélagos se cuelgan de las estrellas para estar más cerca de dios. “Farias”
como era de todos conocido el poeta que atravesaba una y otra vez el “Bulevard del sueño”, ajeno a los cantos
de sirena que estimulan en muchos la nombradía y el reconocimiento, practicaba
la magia de los que viven como les da la gana, sin ataduras, sin
claudicaciones, con una fe delirante en el ahora, que lo situaba de verdad en
la vida como un hecho poético.
Lo conocí a mediados de los ochenta, no en su
Cali del alma, sino en Bogotá, en el Goce Pagano de la veintitrés, y de
inmediato establecimos esa comunicación que no necesita de hablarse mucho para
entender que tenemos como interlocutor a alguien que sabe que lo verdadero es
lo que emana de la inteligencia del corazón. Más tarde nos volvimos a encontrar
varias veces en los zaguanes de la Casa Silva donde “Farías” montó por esa
época su cuartel de invierno. De aquellos encuentros me quedó su primer libro “Torre
de murciélagos” donde encontré esos versos que circulan en la memoria
de muchos de sus contemporáneos, contenidos en ese hermoso poema “Una
lágrima edificó la lluvia”.
Más tarde nos volvimos a encontrar cuando
los azares del destino me llevaron a ejercer como Gerente Cultural del Valle
del Cauca por designación del gobernador Gustavo Álvarez Gardeazábal.
No pocas
veces me deleité con la tremenda erudición lingüística del poeta que no se
llamaba a engaños entre lo auténtico y la hojarasca cuando se trataba de valorar
la obra de muchos de sus contemporáneos. En eso, como debe ser, era implacable,
lo que le trajo muchas animadversiones y un silencioso extrañamiento. Aún
recuerdo los despertares que me propinaba cualquier día entre las cinco y las
seis de la mañana, una vez que aparecía por mi apartamento del oeste gritando:
-“Poeta, llamé a la portería para que me abran, que la historia nos
absolverá”-. Y no había de otra, esa mañana la gerencia se trasladaba sin
remedio al barrio Alameda a desayunar con “Farías” donde se reconciliaba con el
aleteo de los pájaros.
Por ello, y por mucho más, quiero rendir a la memoria
del amigo muerto estas palabras de gratitud por su siempre generosidad para
conmigo, y hacer pública y combativa está consigna: Poeta
“Farías”: hasta la ebriedad, siempre.
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