jueves, 19 de diciembre de 2013

“DESDE EL CORAZÓN DE CARRANZA”. Por Ana Margarita Rodríguez Devia. ENSAYO. Villavicencio-Meta, noviembre, 2013.

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ENSAYO

“DESDE EL CORAZÓN DE CARRANZA”

-NARRACIÓN A PARTIR DE UN REPORTAJE AL POETA EDUARDO CARRANZA-

Por: Ana Margarita Rodríguez Devia. *

Agradezco el importante aporte plasmado en la edición
de los libros de la escritora Gloria Adela Serpa de Kolbe.

Villavicencio-Meta, noviembre, 2013.

Gloria Serpa Flórez, realizó un completo reportaje que así lo llamó y entrega un segundo libro “Lo que se dijo y no se dijo en mi granreportaje a Eduardo Carranza”. Es quizá el más importante trabajo encontrado en las investigaciones realizadas sobre la vida del poeta llanero, Eduardo Carranza.

Desde la perspectiva de esta entrega, este ensayo condensa en su totalidad lo que la escritora investigó y aporta otros aspectos personales de quien presenta este trabajo, que fueron importantes en el encuentro con el poeta y su vida. Su semblanza es el zumo de su esencia humana y poética.

-Del Llano a la montaña-

Unas miradas se cruzaron mientras el vaivén de la hamaca ayudaba al saludo improvisado de dos jóvenes que sin saber se encontraban en un tiempo preciso y un destino para hacer del amor poemas, sí; pero mucho después, escritos por el que fuera uno de sus hijos bautizado con el nombre de Januario Eduardo Carranza Fernández, más conocido como Eduardo Carranza.

Él Januario y ella Mercedes; sus apellidos Carranza y Fernández se unieron, y nació Eduardo Carranza, uno de los poetas más importantes del último siglo en Colombia, quien realmente se inspiró en la obra poética de Juan Ramón Jiménez, para fundar la corriente literaria de poesía colombiana más controversial y de copiosa aceptación conocida como el “Piedracielismo”.

Fue miembro de la Academia de la Lengua, director de la Biblioteca Nacional, Consejero Cultural de la Embajada de Colombia en España, diplomático en Chile; entre otros cargos importantes. Falleció en Bogotá en 1985, tras dejar como herencia una obra poética fascinante; propia en estilo y calidez, como en estética personal, única.

Eduardo Carranza Fernández, nació el 23 de julio de 1913, sin lugar a dudas, y según sus palabras. Le marcaba el signo de la fuerza y el vigor del león por su signo de mes, que lo rodeó de sol una  mañana en la hacienda la Esperanza, jurisdicción de Apiay; municipio de Villavicencio y capital del departamento del Meta; centro urbano más importante de los Llanos Orientales de Colombia.
No muy distante de los ríos Guayuriba y Guatiquía, aguas insignes del departamento del Meta, en las sabanas, donde las palmeras con su parpadeo acarician la llanura, llegó al mundo el poeta más reconocido en el siglo en Colombia y en su departamento del Meta,  región que se anidó en su corazón romántico. En las mismas frescas aguas del río Meta, se hicieron las luces de sus sueños, vivió el clamor de los vuelos de sus palabras tantas veces plasmadas, que hacían divisar los revoloteos de las aves hasta en las planicies de un Llano que le dieron ese sentido de ser un verdadero llanero.
Eduardo era un niño de corazón inquieto, de sentimientos claros, enseñados por sus padres. Su padre había falleció siendo apenas un niño, pero su herencia permaneció perenne en el tiempo, como el de su madre Merceditas Fernández, mujer llanera de  alma extendida como su tierra.  Ambos de una sensibilidad inigualable, transmutaron a su hijo Eduardo esa sensitiva forma de ver su entorno.  La literatura que acompañó siempre a Januario, su padre, apasionado por las letras francesas y los escritores famosos de España de fin de siglo, no podía quedar en el vacío en sus infantiles evocaciones.
Fue Apiay el nombre de la región más nombrada por Eduardo Carranza en su biografía. Apiay llamado así desde comienzos del siglo XIX por los jesuitas desde épocas de la conquista en América, los que importaron de Europa, por el Orinoco, un seductor mundo cultural literario; que hizo que un pueblo se expresara a través de innumerables formas combinadas con típicas costumbres del entorno tropical y obraran arraigando tradiciones;  heredando desde entonces las cultas formas de lectura, escritura, poesía y  múltiples oficios, que se fueron diseminando por todos los Llanos Orientales de Colombia. Tal vez estas semillas esparcidas durante muchos años, dieron sus frutos con el tiempo.
Januario Carranza, su padre, vivió entre paisajes envueltos en magia y optó la buena costumbre de las  lecturas ya mencionadas, especialmente en sus momentos de descanso de hombre de hacienda en el Llano, que le pertenecía por herencia. Es claro que su hijo Eduardo,  heredara su actitud y costumbre de leer textos con el sueño de plasmar versos poéticos. Mercedes, se hizo esposa, compañera, amiga y confidente; desde ese día que se miraron a los ojos y se dieron al cuidado de conformar el hogar que hoy se evoca desde el nombre de su hijo, el poeta Eduardo Carranza. Fue una madre candorosa, entregada a velar por su familia, que enfrentó una viudez prematura.
Los primeros días del niño, antes de iniciar el aprendizaje de la vida, transcurrieron, casi todos, entre las montañas y el Llano; con olor a mastrando, boñiga y leche recién ordeñada, y enlazan todo un proceso de existencia poética, del que se desprende la suntuosidad de su vida literaria.
En la hacienda de su abuelo Ángel María Carranza, que se le conocía como Apauta, ubicada en tierra cálida y situada entre Tocaima y Guataquí, sobre el principal río de Colombia, el Magdalena, encontramos que en alguna oportunidad Eduardo hizo mención sobre su pasado infantil, retomando esta hacienda como “otra de sus tierras calientes”, donde sus padres los habían trasladado en su niñez.
Desde Villavicencio, muchos viajaban a lomo de mula o a caballo. En ese tiempo el que llevaba pasajeros con gran pericia era Abel Lombo, personaje singular que cuentan los de su época, quien duró muchos años en este oficio; ayudó en algunas oportunidades en las largas travesías a transportar a los Carranza con su hijo y posterior a ello, a la madre ya viuda y su familia Carranza Fernández, en una vía difícil entre el Llano y el resto del país.
Siendo muy pequeño Eduardo, muchas veces recorrió con su padre sabanas en el Llano. El olor a fresco verdor llegaba siempre a su recuerdo, le hizo palpitar tanto su corazón, que con sus palabras poéticas claramente plasmaba su sentir. Muchas veces visto el naranja que se convertía en el color de la piel de los venados al bajar la tarde, como esos matices que se confundían con las formas de las nubes, que hacen de por sí una total estampa única del paisaje llanero, llamadas arreboles. Incontables veces de niño o joven entre los potreros, observó el vuelo de garzas blancas y corocoras, humedeció su camisa de sudor por el calor del día y saboreó un tinto cerrero a lomo del brioso Lucero, recordado corcel con el que aprendió a montar amarrado, cuando era un niño.
Sus recuerdos infantiles entre Apiay, en la hacienda La Esperanza en el Llano,  y Apauta en medio de montañas, surgen en aquellos paseos familiares tan recordados por él, fielmente reflejados después en sus apuntes de autobiografía, como su poema: “Regreso con islas y jazmín”. Nos trascribe recorridos en barca, caballo y cantos de su padre como: “La paloma”, “La habanera”, “Mis flores negras”, con la ilusión y el sueño del vuelo de un pájaro de colores que persiguió a sus escasos tres años de edad y marcó desde entonces su ilusión por el campo de la poesía.
La figura paterna fue esfumándose y tras ella, mil recuerdos tristes de su orfandad, cuando por esos días también estaban pequeños sus hermanos menores, Mercedes y Hernando.
En las entrevistas a Gloria Serpa Flórez, se retoma el recuerdo del amor de sus padres, una familia que se conformó, un poeta que nació. Su madre quedaba viuda a los 29 años de edad.
Eduardo, de cuatro años y medio de edad, fue entregado por su madre en custodia a su abuela materna con quien vivió durante doce años en Cáqueza, población de Cundinamarca muy cerca a la ciudad de Villavicencio. Entonces las poblaciones de Cáqueza y Chipaque; incrustadas en la Cordillera Oriental, de clima frío y verdor inigualable, se convirtieron en los paisajes de sus primeros años, en medio del estudio. Esta última población  sirvió de refugio también a los últimos días de vida de su padre. Las regiones también le ofrecieron al poeta Eduardo unos panoramas especiales de leyendas para sus sueños de escritor que empezaron a inquietar su corazón de poeta. Un balcón de la casa de su abuela fue el perfecto horizonte donde se divisaban  nubes y jardines, veía entonces personajes fantásticos de cuentos, como: sirenas, magos, bellas doncellas y reinas en castillos.
La música alimentó también su alma, fue parte fundamental de su despertar de escritor, letras musicales que se iban haciendo poesías. Estaba en Cáqueza y a sus doce años de edad ya se empapaba de cultura, porque la sala se llenaba de visitas con el piano que se abría para recibir de las manos de la tía Julia, temas clásicos como: polkas, vals, preludios de Chopin y también las que llegaban en esa época a la región; como boleros, tangos, pasodobles, contradanzas; entre otras.
Sus primeros años, de los tres hacia los doce de su edad, fueron obviamente enriquecedores, como hermosos y tiernos. Le dio un significado importante a los colores, olores y sonidos como el silbato del tren que escuchaba lejano en Girardot, le aparecían a veces nostálgicos y casi temerosos en sus sueños; donde se dibujaba la estrella de fuego en el cielo, decía el poeta: “era mi madre”. Aparece ella en su poesía como una muchacha de falda floreada que bailara el Galerón, como en sus últimos textos; “suelta sus cabellos y cruza a nado el río…” Le acompañó hasta la edad madura la nostalgia de esa estrella lejana, la de sus soledades.
-Recordando y mencionando a su padre Eduardo Carranza escribió: -“Veo a mi padre, alma de sonrisa seria, ojos oscuros, bigote y cabello tirando a lo rojizo. Veo a mi padre ensoñador en un hamaca de tierra caliente fascinado con su Renan, su Barrés, su Nietzsche, su D´Annunzio, su Verlaine, su Rubén Darío. Lo veo siguiendo por el aire el vuelo de los versos y las palabras de amor que enviaba a su Mercedes Fernández. Veraneaba en la hacienda Las Islas, junto al río Magdalena, cerca del pueblo de Guataquí en donde había el árbol del níspero y el árbol plateado de las ciruelas rojas y el árbol del pan y el árbol de las naranjas doradas y el relámpago verde los loros… Mi padre esfumándose, ya casi celeste y transparente, en mi memoria de cuatro años. Sus cartas de amor a mi madre están entre las más hermosas que yo haya leído”
Antes de fallecer Januario le había escrito a su hijo una carta: “Lo primero que te pido es un profundo respeto y amor sin límites por tu buena madre, adoración y toda la ternura de que tu corazón sea capaz. Algún día comprenderás estas palabras. Hijo adorado: sé bueno, recto, sincero, bondadoso. Trabaja con tesón sin desmayar jamás en tus empresas.  Cultiva la voluntad que es una potencia del alma mediante la cual puede el hombre escalar las más altas cimas del poder y la grandeza humanas. Por mi parte te digo que no deseo para ti grandezas sino felicidad. Quiera el cielo darte este don”. Januario Carranza-Clínica de Marly, Bogotá, 1918.
Los restos de Januario reposan en un terreno que él había escogido como la última de sus estaciones en la tierra. Ubicado más allá del páramo de Cruz Verde, en una hacienda cercana de Chipaque. Y efectivamente, así como el pedido de su padre, el amor del poeta Eduardo Carranza por su madre fue significativo. Los restos actualmente del poeta reposan al lado de los de ella en Sopó-Cundinamarca, por solicitud expresa de él mismo, igual que los de su esposa Rosita Coronado y su hija María Mercedes Carranza, añorando el Llano que los de su poeta llanero reposen finalmente en su ciudad Villavicencio, la de Apiay.

Tras la pérdida de su padre el poeta queda rodeado de mujeres entre su madre, abuela, tías y primos; abundantes en su familia. Su vida escolar transcurre en Chipaque principalmente, en medio de un paisaje de cordillera y frescor.
Su escolaridad inicia a sus seis años de edad y sus hermanos matriculados también, pero internos para alejarlos del dolor de la pérdida de su padre; en el colegio de la Caridad de la Presentación. Eduardo, rodeado de mujeres que le ocasionaban risas, cada vez acordando cómo al jugar lo “peloteaban”  para caer en brazos de una u otra de sus compañeras.
Mencionar más de la vida del niño que se hizo poeta sería dejar de profundizar en su caudal humano y poético sin duda alguna. Fueron sueños de niño que se dibujaron entre los recuerdos de un padre, figura que ejemplarizó  y una madre que adoró.
Extendido ahora como el mismo Llano, Carranza; claro como el firmamento, fue ese mismo horizonte pleno de vida y sueños. Nos acercamos por eso y desde ese, su corazón de  Carranza poeta; que se hizo llanura y montañas, porque solo basta dar lectura a una sola de sus poesías para saber que era el niño soñador, ese mismo corazón al que llegamos y describimos como caudaloso y espléndido.
En su juventud:
Una vez transcurridos los inicios de su infancia, en medio de mujeres en su formación y compartiendo la primaria, como único hombre también dentro del grupo de estudiantes, la vida del poeta Carranza se desenvolvía sin un padre desde cuando él tenía cinco años de edad; muy lejano pero importante fue su recuerdo, además porque dejó consignando a puño y letra su testamentaria carta a su hijo.  Se suman los nombres de sus primos y tías, Julia, especialmente (a quien posteriormente le escribiera algunas dedicatorias en sus primeros libros). Rosa María, Isabel, Mauricio y Enrique, todos Fernández; fueron quienes compartieron con Eduardo su crianza y paso a la juventud.
Era el año de 1925 y vestida como en la época, con riguroso luto su madre Mercedes, recogido el cabello en la nuca por un moño, que no dejaba ver su abundante cabellera negra; de la mano llevó a su hijo Eduardo a las puertas de la Escuela Normal Central de Institutores en Bogotá, para la formación académica de su hijo mayor. Con doce años de edad, Eduardo Carranza lucía una considerable estatura, superior a la edad que tenía entonces.
Su madre había logrado una beca para el pago de su internado con los hermanos Cristianos. La presentación de sus exámenes había sido excelente, tanto que le valió ser aceptado sin haber cumplido el reglamentario del término de edad de los quince años y acudiendo a la excusa de la pérdida de su fe de bautismo, que había sido quemada en el famoso incendio de los archivos de la Iglesia del municipio de San Martín de los Llanos-Meta, mentira piadosa además, que a la postre sirvió para el objetivo que dieron los resultados de haber cursado doble estudio de bachillerato y magisterio. Carranza recordó este episodio, mencionando que habían iniciado cincuenta y tres alumnos al primer curso y terminaron solo siete. El dilema dijo él, era llegar a la meta o de lo contrario encerrarse en el Llano como vaquero en algunas de las haciendas de sus parientes; sabía perfectamente que se jugaba todo su destino en esta lucha importante de sus estudios.
La cátedra fortaleció su corazón de poeta:

Su paso por el diplomado ya cursado, le dio la posibilidad también de cambiar su apariencia a un hombre ya citadino, con chaqueta y pañuelo de seda, chaleco abotonado y cuello almidonado.  Su semblanza de niño se quedó con él, su mente poblada de ilusiones y personajes. Sus conocimientos de algebra se iban quedando para darle más vigor a la literatura y la historia que le fascinaban, algo importante en su enriquecimiento intelectual para la poesía. Su corazón iniciaba un latido particular, la poesía ya le coqueteaba.
Su guía de lectura fue su profesor, el Hermano Justo Ramón, Sacerdote conocido autor de obras de historia de Colombia, quien lo orientó profundamente, según lo trascribió su hija María Mercedes, quien también mencionó cómo lo involucra en concursos literarios escolares.

Era 1929 cuando sus intensas lecturas literarias se hacen presentes en la biblioteca de la Escuela, con textos como los de Verne, Salgari, Historia de los Vascos en el siglo VIII, que la lee toda, y las Sonatas de Valle-Inclán, que logró con el permiso de sus superiores; le enriquecieron su saber y  consigue con otros diez estudiantes, el título de Maestro de escuela elemental.

Tenía 18 años de edad cuando entonces alcanza su primer empleo que fue en Ubaté, nombrado vicerrector del colegio nacional, llamado Liceo Bolívar. Se dedicaba permanentemente a escribir versos. Y obtiene el primer éxito como orador el 4 de julio de 1930, cuando se conmemoraba el primer centenario de la muerte del Mariscal Sucre.

Deliró por la literatura y la política. Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez, como alguna vez relató, retumbaban en sus sienes y descubrió entonces el pensamiento autoritario de Bolívar, el de la Constitución Bolivariana. Fue ahí mismo cuando descubre sus dos extensiones de vida; su ensoñación por la poesía y la esperanza por su Nación.

Ubaté fue una población importante en sus inicios poéticos, su enamoramiento a los 18 años le hicieron conservar algunos poemas. Un corazón juvenil, el alma y el recuerdo; con tal cual lágrima,...como dijo: “Oh triste coche viejo que en mi memoria ruedas…” Aquí recordó el maestro Carranza a Juan Ramón Jiménez, se conocieron en Buenos Aires Argentina.
Era el año de 1933 cuando dejó el municipio de Ubaté para llegar a  enseñar en la Universidad del Colegio Mayor del Rosario. Tenía entonces veinte años y un lucero en la mano, como lo mencionó.
Además de la experiencia como maestro de escuela elemental, Eduardo Carranza, logra por azar de la vida, trabajar en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, en la sección de bachillerato en el citado año. Escribe sus primeros versos que son mostrados en público, entre los que se cuentan: “La niña de los jardines” y el primer soneto editado que formara parte del libro “Canciones para iniciar una fiesta” en 1936. A partir de allí se extiende una larga carrera de maestro que finalmente culmina en la Universidad de los Andes con la cátedra de Humanidades e Historia de la literatura española y cursos en el Seminario Andrés Bello del Instituto Caro y Cuervo de Bogotá; entidad que posteriormente viene a editar un libro de la gran escritora Gloria Adela Serpa, con su “Gran reportaje a Eduardo Carranza”, cuya firma entonces era Gloria Serpa de de Francisco y que dio origen a su otro libro, “Lo que se dijo y no se dijo en mi gran reportaje a Eduardo Carranza” con su firma Gloria Serpa Flórez de Kolbe.

Su trabajo literario le hizo tener varios compromisos laborales. Fue director de la revista del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, la Revista de las Indias, el suplemento literario del periódico El Tiempo  y la revista de la Universidad de los Andes que inició.

Se dijo siempre que su plasma poética va acompañada del azul, muy similar a la de Rubén Darío, como de tener la compañía de musas. Dijo en alguna oportunidad: “Yo soy un simulador del ocio”. Fue siempre un buscador, trabajador y obrero del arte de escribir. Poder transportar ideas era su delirio y se mantenía en actividad permanente intelectual, concibiendo poesías; profundizando sentimientos y para ello laboraba con el afán infinito de poder plasmar sus letras en revistas, libros, publicaciones culturales o en suplementos literarios de periódicos nacionales, o de otros países como en España; especialmente de habla hispana; dictando conferencias, cursos o seminarios, recitales o lecturas de poesía. Inmersa era totalmente su vida en y para la poesía.

Ensayó toda clase de métricas; los tercetos encadenados para emular al Dante y a Petrarca, la estrofa de Ercilla y de Camoens y elaboró una poesía que constituyó la verdadera ascesis, preparación para su obra poética posterior, dijo que ahí supo del ejercicio retórico previo a la entrada suya al reino infinito de la poesía.

Al dejar Ubaté en 1933, va a enseñar en la Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y ya en la capital del país sus conocimientos poéticos se amplían. Por eso decimos que su corazón se fortaleció en la academia.

A partir de este momento comienza para el joven Carranza un trayecto empinado hacia el éxito, acompañado por su inteligencia y una visión indudable de sus escenarios. Ocasionalmente visita núcleos intelectuales, como el café Victoria de Bogotá donde se reunía gran cantidad de intelectuales, que entre literatura y poesía, se tocaban los temas candentes del momento en materia política.

Amigo de sus amigos:

Como celoso, Eduardo Carranza alimentaba sus amistades con sus letras, que compartía con ellos. Con ocasión de poder editar uno de sus libros con el Banco Popular en 1972, lo llamó precisamente “Los amigos del poeta”. Eran parte de su vida y se sentía más vivo. Fue precisa la descripción que hiciera Joaquín Piñeros Corpas, uno de sus buenos amigos, quien hace alusión: Estimulante compañía de Eduardo Carranza, que con sus textos retoma a los amigos vivos y muertos, aquellos que pasaron y se quedaron, de todas las edades, gustos y de circunstancias diferentes.

En este sentimiento profundo por la amistad encontramos sus palabras en muchos de los funerales, como en el de Jorge Gaitán Durán con: “Elegía con los ojos llenos de lágrimas”; canción dolorosa y tierna de profunda convicción, a quien fuera no solo su amigo sino como su padre y consejero. El poeta preservaba su condición religiosa cuando dijo: “Jorge yo sé que tú nos ves detrás del aire... Tú estás más allá, realizado, definitivo, último…”Unas extensas palabras rodeadas de amistad profunda, en las que termina diciendo: …“ Tú cállate, Jorge querido: después nos lo contarás todo”. 
También se pudo  ver la desesperanza en sus palabras a Miguel de Cervantes: “No habrá para ti otoño nostálgico, ni invierno de corazón encanecido...”  Nos asoma Carranza a esa infinita tristeza, con inigualable bondad de sentirse el hijo y padre: “Porque amo a Miguel de Cervantes”. El poeta deja ver su corazón morir ante la desdicha de perder: “Este hombre, otro tiempo, ardió en anhelos de gloria…” “Hoy está solo, pobre, inválido y viejo”.
A los sesenta años de edad, Carranza muestra un aire más optimista; florece la musa con su lírica más profusa, era su tercera época poética.
Mucho antes, en 1959 a Daniel Arango Jaramillo, poeta amigo y coterráneo suyo, también vinculado al Llano por su nacimiento en Villavicencio, con varios años dedicado a la poesía, la política y cargos oficiales, le había escrito: “Bueno Daniel: como al feliz Ulises te sea dado un hermoso viaje. Y haya tanta ventura sobe el mar como el Infante Arnaldo la mañana de San Juan y halles a quien contigo vaya para poder decirle tu canción. Ya se te nota al nimbo del viajero hasta luego Daniel. Dios te bendiga. Ah, olvidaba decirte que te pongas la corona invisible de amistad que esta noche tejimos para ti”
Se observaba en Eduardo Carranza un color azul que traslucía en el fondo de sus poesías. Estaba ya en su labor literaria como director de varios medios ya mencionados. Había una similitud casual entre ambos poetas Carranza–Darío; el padre del poeta nicaragüense muere igual que el poeta colombiano Carranza, como la visita que hacen a España y Buenos Aires, en los primeros lustros de sus vidas; con estadía por tres años de Darío en Chile. Para Rubén Darío, Verlaine fue su ángel celestial, su padre; para Carranza, Darío fue más que eso, fue su maestro angelical y fantástico. Ambos poetas eran algo atormentados por congojas, por las que les atraía el alcohol.
Un tono amoroso se ve en sus “Canciones para iniciar una fiesta” en la que recuerda a su Alicia Angulo que fuera su prima y novia; y que había falleció en 1964, muchas veces su corazón le lloró.
En la Biblioteca Nacional le visitaban muchos amigos, llegaron alguna vez, Cote Lamus con Jorge Gaitán Durán y Carlos Urdaneta; traían un libro muy al uso de la retórica del 50. No los publicó, “arrepiéntete antes”, le dijo el maestro, pero Cote lo publicó. Dos o tres años después, en Salamanca se volvieron a encontrar y le comentó: “Ando recogiendo el libro que me dijiste que no publicara, para destruirlo”. En realidad el primer soneto que publicó el maestro Carranza fue: “La niña de los jardines”, que después fue parte del libro: “Canciones para iniciar una fiesta”
Entre libros:
Bien lo expresó el gran poeta Carranza, que su vida estaba misteriosamente vinculada a los libros y las bibliotecas. Así que entre libros se leyó de todo, desde los poemas de Homero hasta las novelas de Simenón, con avidez y curiosidad, pero con un gran desorden al leer. Decía además que su alcance iba hasta las novelas, ensayos, poesías, historia; muchos libros a la vez.
Fue bibliotecario en la Escuela Normal, en la cual grabó con extraordinaria memoria los casi 70 volúmenes consignados en esa pequeña pero humanística biblioteca, la Amazónica Historia Universal de César Cantú, en la que se jactaba por haber grabado casi todo, tanto así, que su tesis para graduarse como maestro de escuela superior se llamó: “Las bibliotecas escolares”
De regreso a su país en 1958 y de hacer sido diplomático en España por siete años; desde donde se desempeñó como consejero cultural en la Embajada de Colombia en 1963, fue nombrado entonces director de las Bibliotecas del Distrito Especial de Bogotá.
Como su trabajo ameritaba transportarse por todas la alcaldías del Distrito, entre Usme a Facatativá, Usaquén a Engativá; el maestro Carranza lo hacía en la biblioteca ambulante en el conocido “bibliobús”, ya que carecía de vehículo particular u oficial que los llevara. Entonces se ve viajero entre libros, tanto en sus viajes como en su oficina municipal, salón por demás frío, sin ventanas y vacío; espacio que él mismo bautizó como “tumba faraónica”.
El tiempo que ofreció al servicio público el poeta entregó todo su corazón; sus desvelos y su interés, para que cada colombiano leyera un libro. Sacó en limpio su quehacer poético y dirigió los destinos de las bibliotecas populares, sueño que marcó desde que alcanzó su juventud.
Hay que señalar que de García Lorca, Gerardo Diego, Rafael Alberti, (nunca logró desprenderse), y de los hispanoamericanos César Vallejo y Pablo Neruda; con lo cual se revela todo un mundo poético, se oculta totalmente a su época anterior, en aquella poesía de Ubaté, que tuvo el tino de no haber publicado jamás; como él mismo lo dijo, porque evitó hacer el aprendizaje en público.
Años después, fue promotor de varias publicaciones culturales como Gaceta Literaria Altiplano (junto con Jorge Rojas y Carlos Martín 1938), (junto con otras mencionadas anteriormente) y con el periódico El Tiempo, también fue columnista, así como en los diarios ABC en Madrid y El Nacional en Caracas. En 1942 ingresó a la Academia Colombiana de la Lengua. Fue agregado  cultural en la Embajada de Colombia en Chile desde 1945 hasta 1947.
Dirigió por ello, con su amplio conocimiento en el tema bibliotecario, la Biblioteca Nacional de Colombia.
Osadía-La bardolatría.
En la juventud, Carranza con una osadía poco usual, en lo que se vio en su trayecto de vida, se atrevió a criticar la obra del poeta Guillermo Valencia, una de las figuras máximas de la poesía colombiana, que dio lugar a una polémica pública que se conoció con el nombre de bardolatría. En esto se pronunciaron importantes escritores de la época como: Sanín Cano, Juan Lozano, José Mejía y Mejía, Daniel Arango y Joaquín Piñeros Corpas; este quien a pesar de sostener una amistad profunda con el poeta Carranza, lo lanza con un veredicto condenatorio profundo.
Miremos aquí por esa importancia que él da al corazón, cuando Carranza dice de Valencia, que con rara extrañeza le ve como representante de una poesía de minoría, por ocupar en forma excluyente el corazón y la mente del pueblo. Que Valencia tenía defectos temperamentales, como la falta de sentimientos y que su poesía contenía puro formalismo artístico, que  hacía pensar más en su taller y no en un producto irradiado por el alma.
En síntesis Carranza subestima esa lírica de la inteligencia y la poesía parnasiana. En esta mención que hace Piñeros Corpas, dice que el ataque del joven poeta llanero a la consagrada figura del poeta caucano, pesará inevitablemente en el proceso histórico del movimiento “Piedracielista”.
Años después su hija María Mercedes Carranza, y posterior directora de la Casa de Poesía Silva, en 1982, analizó estas ideas de su padre. “Fue Eduardo Carranza quien puso el dedo en la llaga en 1941, cuando escribió un artículo titulado. “Un caso de bardolatría en discusión con Baldomero Sanín Cano, sobre la poesía de Guillermo Valencia. Carranza denuncia en este artículo la existencia de un taller de técnica poética instalado por Valencia en Colombia a lo largo de cuarenta años. Ese taller se empeña en el ejercicio de la retórica, en la destreza técnica, fría y mecánica”.
Por lo anterior, y retomando exactamente lo escrito por Gloria Serpa, esto nos resume el episodio mencionado: “Cuando Eduardo Carranza insiste en considerar a Valencia como un poeta de valor restringido, no hace otra cosa que repetir lo ya escrito por los defensores actuales. La poesía de Valencia es un monumento histórico y es necesario que así se valore, no por capricho de sus últimos críticos y poetas, sino por su encerrado alcance. Colombia es el único país del mundo que discute todavía sobre las nuevas maneras poéticas y cubre de denuestos a las últimas generaciones”-Añade Carranza,..”Pero Valencia, lo repetimos, no es un gran poeta. Es la más alta expresión del artista literario y un musical domador del idioma…” Su poesía ocupa un puesto señero en la historia literaria colombiana, y no es probable que otra alcance su excelsa altura serena. Pero, bajo el corazón del poeta, el día levanta su hoja ciega sin alcanzar a cubrirlo”.
Honores:
El 14 de abril del año 43, contrajo matrimonio con la colombiana, residente en Armenia, Rosita Coronado. Cuenta para el poeta Carranza todo un honor, la mujer que a su corazón llegó como lanza de Cupido. Termina una etapa de viajero incansable y bohemio implacable. 
El poeta Carranza ya estaba sobre los treinta años cumplidos y ella una adolescente vigorosa, como delicada, su figura conservada por muchos años. Deja ver en las fotografías una amplia sonrisa, cabellos negros que caen sobre su espalda y pómulos. Ella ofreció esa tranquilidad esperada por él para conformar un hogar feliz. Era su musa permanente, discreta y silenciosa; distante y valerosa como algún día la llamó él. Su hogar se vio rodeado de sus hijos Ramiro, María Mercedes y Juan.
1946 a 1947, Carranza en Chile. Había cumplido sesenta años, hace que en esos momentos su figura sea vista con simpatía y una admiración especial. Tenía un halo exclusivo de permanencia, traía a la vida y a los jóvenes. Desde sus mismas soledades la poesía fue su sostén particular. Carranza como bien lo invoca el reportaje que le hiciera Gloria Serpa, venía de una estirpe de poetas como Garcilaso y Juan Ramón y Bécquer, Silva y Flórez, Rubén Darío y Neruda.
Recibe el honor profesional de ser electo miembro de la Academia Colombiana de la Lengua. Fue el 6 de agosto de 1958, más exactamente que Eduardo Carranza toma posesión como miembro de número y se despliega su discurso sobre “La poesía del heroísmo y la Esperanza”.
Desde 1933 que se dio a conocer con su primera poesía, fue señalado como un poeta con letras mayúsculas, no es sino tomar uno de sus primeros libros y sentir los sabores, el aire y el vigor poético. Por eso al desaparecer Carranza se dijo que se iba el último poeta lírico de Colombia. Así mismo como hombre y poeta, él es uno de los pocos que logró integrar su vida a su poesía, como un solo corazón.
En su nombramiento en la Academia de la Lengua Colombiana, su discurso incluye unas palabras para resaltar: “Sólo puedo ofreceros el orgullo de no haber pertenecido a ninguna república de envidias y de haber soñado los más altos sueños nacionales. El orgullo de no haber escrito oscuros cantos, ni invitaciones al odio, ni odas al arrabal de la persona humana…”
Porque si bien es cierto aquí y en la esfera del planeta las envidias no se hacen esperar, bien supimos de este tema que a todos nos llega de alguna manera. Evidente es su claridad en lo que hizo, quería hacer y lo que alcanzó, a pesar de todo.
Entre los muchos  reconocimientos están también, el Premio Internacional de Poesía de Venezuela que recibió en 1945, la Medalla de Honor de Cultura Hispánica y la Gran Cruz de Isabel “La Católica”.
Carranza y Neruda:
1943 fue un año importante para la poesía y para el poeta Carranza. Se encuentra en Bogotá por primera vez con otro grande como Pablo Neruda, que llega de Chile y desde ese mismo instante hasta su muerte, los dos fueron compadres, además de ser amigos.
El primer libro que publica Eduardo Carranza está enmarcado en este año también, ya con el ingrediente de ser padre amoroso y tierno como lo era. “Este era un rey”, delicado en textos que contenía canciones de cuna y poesías infantiles como: “Cancioncilla”, “La casa del lucero”, “Don Paramplín”, “Compañera del aire”; indiscutibles versos de contenido para pequeños, con un sustancia de ternura y entrega adorada de padre.
Indiscutible fue la promoción que hacía siempre Carranza a la cultura colombiana y en general a su movimiento “Piedra y Cielo”, precisamente este le permitió hacer presencia en el ambiente nacional e internacional literario. Además de sus cargos diplomáticos, famosa hizo su embajada en Chile, desde donde logra una gran amistad con Pablo Neruda. Fue enormemente solidario con muchos de los perseguidos y acogió a muchos de ellos en la embajada de Colombia en ese país, a pesar de su posición política, siempre se le abonó esta deferencia.
En el libro de Neruda “Confieso que he vivido” menciona precisamente la relación con los “Piedracelistas”. Se conoció ampliamente que en sus viajes a Colombia era con llegada siempre donde Carranza y hacían reuniones con sus amigos del Movimiento. Se hizo tan cercana la amistad que Neruda fue el padrino de su hijo Juan Carranza.
Emir Rodríguez Monegal, menciona en los ciclos poéticos de Neruda que ambos conciben su obra de una manera unitaria: “Siempre sus libros tendrán una unidad interior que no depende para nada de la lucidez con que han sido ordenados a posteriori, sino de haber sido creados dentro de un ciclo completo (vital poético) y de obedecer a un estado afectivo profundo. De ahí la unidad indiscutida de los mejores”
Manifestación política:
La etapa de adolescente de Carranza coincide con lo vivido en Europa con el fascismo y el comunismo en España. Su formación en la Escuela de los Hermanos Cristianos, de corte eminentemente conservador y por ende las lecturas que llegan son de derecha española, como las de: José Antonio Primo de Rivera, Ernesto Giménez Caballero, Ramiro de Maeztu. Y la Constitución Bolivariana, lo marcan también en sus posiciones ideológicas.

Era 1933 y nacía el movimiento de Acción Nacionalista Popular, cuyo auge alcanzó hasta seis años después. Fue precisamente Carranza su inspirador y fundador. Para estos momentos después Hernando Téllez, crítico literario y periodista hace alusión a no tan gratos momentos vividos por el poeta; “Que ni de la política y menos de la poesía, podría vivir placenteramente en lo económico,  más alcanzando en tal sentido, la de vivir un mundo envuelto de amenas y dulces palabras que pudiera haciendo poesía”  De ello bien cierto salen sus palabras cuando dijo: “Yo soy un simulador del ocio” Y es que al correr del tiempo estos le otorgan una vida, que fue con bastante esfuerzo, pasó a ser tranquila. Con casa propia y un futuro más seguro, el poeta con su pluma alcanza, que su carrera en ascenso, le proporcione éxitos con sus letras y con ellas una situación más plácida; entre sentarse sobre la piedra de su antejardín en Bogotá en la calle 73, mientras el sol abrazaba sus hojas; también leer y releer notas de sus amigos y dedicatorias, o sobre la mesa de vidrio esparramar un centenar de libros donde mostraba los escritos de su compadre Neruda, que le traía una mariposa azul; o poder pensar en poemas con el corazón puesto sobre esas hojas donde los dejaba.
Al maestro Carranza se le distinguió combativo en algunos de los temas referentes al histórico político del país, aunque se ve que para nada influyó en su trabajo poético, según lo menciona Maruja Viera. Diferente a lo suscitado en el cambio por sus gustos literarios, como se menciona en el libro, “Lo que se dijo y no se dijo en mi gran reportaje a Eduardo Carranza”, en su capítulo llamado: ¿El poeta del aire?;…tal vez afrontó una crisis de valores durante los veinte años de grupo de Mito, en los años que precedieron a los acontecimientos de Woodstock y París en 1969. Había estallado la reacción juvenil en contra de los poetas establecidos, de uno y de otro partido político, en un periodo que coincidió con el paso y la transformación de la poesía desde Carranza, con sus jardines y sus rosas, hasta la aparición de la yerba y la flor para mascar de los nadaístas de Colombia-Un país donde “todo estaba bien”, menos el corazón de Eduardo Carranza.

De la dictadura como sistema de gobierno, no cabría en su pecho siendo poeta, comprender ser de la tiranía y la crueldad. Sostuvo siempre que el Libertador Simón Bolívar, era su enseñanza como padre,  mano guía y amor a la Patria.

No pertenecía a ningún partido tradicional en Colombia, clara muestra sus nombramientos diplomáticos en varios gobiernos de diferentes partidos. Sobre el auge del nacional-“carrancismo” proclamó que era: “un motín unipersonal”.

Carranza por Carranza: 

Su hija María Mercedes en el prólogo del libro “Carranza por Carranza” deja clara la evidencia política de su padre: –Porque el cambio no se produce únicamente en el ámbito poético. En realidad el cambio está en el aire. Los años en que comienza a escribir Carranza, con el acceso al poder del partido liberal, luego de cuarenta y cinco años de hegemonía conservadora. Y más concretamente coinciden con los cambios profundos introducidos en el país por la primera administración de López Pumarejo….

Carranza fue universal; pero más que eso, Latinoamericano puro, nacionalista hasta los huesos y de ancestro llanero orgulloso.

Pablo Neruda sobre Carranza, escribe aludiendo al periplo por Suramérica: “Porque tú eres la frente poética de Colombia, de esa Colombia dividida mil frentes, de esa Patria sonora, poblada por los cantos secretos de la enramada virginal y por el alto y desinteresado himno de la poesía colombiana…”. Aquí observamos cómo era visto Carranza desde su corazón más profundo sobre su Patria, la que amó con admiración y en la cual sembró todo su afán literario y humano.

Se sentía Carranza un caudillo con orgullo, en los inicios que él llamó primaveral y germinales, como renovadores en lo poético y en la política, ocasionados por sus actos, en especial por el Movimiento que él a decir verdad fue quien lo incitó a formar y fue su mayor promotor y difusor; estamos hablando de “Piedra y Cielo”, como una inquietud político-poética, con raíz Bolivariana; ya conocida por su admiración profunda a Bolívar, que velozmente fue calificada como fascismo y falangismo; dos frentes ya mencionados en lo literario y en lo político.

Podemos concluir este amplio espectro político-poético de Carranza, leyendo a Federico Díaz Granados, uno de los que ha estudiado muy bien sus obras: “Yo creo que Eduardo Carranza es el último de nuestros poetas nacionales, entendiendo como poeta nacional a los poetas que le han dado identidad y cohesión a una Nación, con lo que ha cumplido Carranza. Es un poeta que no solo habló de los grandes y fecundos asuntos humanos, sino que habló del ser colombiano…Cuando el colombiano se exalta recita a Pombo, Barba Jacob, León de Greiff, y por supuesto recita a Eduardo Carranza”. Creemos que en esta parte está dicho por las nuevas generaciones, lo que representa nacionalmente Carranza en sus contenidos poéticos.

Diplomacia:

Carranza estuvo en Chile entre 1946 y 1947, llega con su esposa Rosita Coronado y su hija María Mercedes,  una bebé de apenas unos meses. En ese país nace su hijo Juan. Héctor Fuenzalida, hace en su permanencia en ese país unas evocaciones que van desde su descripción física hasta su postura. Le ofrecen un banquete en uno de los restaurantes de Santiago. Su esposa había llegado con él. Espigada de cabellos negros y unos ojos bellos.

Fue el poeta Carranza, centro en la oratoria y la poesía, su estilo era contundente; de voz sonora y segura, comenzó a ser centro en las reuniones que se hacían. Era el lugar frecuentado por muchos chilenos. Se recuerda a la entusiasta y atenta esposa y Helena su doméstica que se atareaban atendiendo a los visitantes, en los que muchas veces en medio de todo se escucharon los himnos de su melancolía y la lírica a tapetes en sus recitales con: “Teresa en cuya frente el cielo empieza”….Pero su nostalgia por su país se dejaba notar.

El Conservatorio Nacional de Música y Declamación en Santiago, era la única forma en donde el poeta producía ese contacto que daba luz a textos que salían de su corazón, era realmente alucinante y respetado por ello. A muchos les llegó a parece un niño en su comportamiento social, no daba cuenta nunca de ordenamientos acostumbrados, simplemente se dejaba llevar por sus obligaciones diplomáticas.

Llega a Buenos Aires-Argentina, en 1948, siguiente año después que estuvo en Chile,  ciudad del tango y la milonga. Estaba de embajador de Colombia Joaquín Piñeros Corpas, hombre de letras.

Carranza visita Argentina por la invitación que le hiciera, la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, en calidad de director de la Biblioteca Nacional de Colombia. Fue para el mes de junio del año citado y estaba como director de la biblioteca de ese país, Hugo Wast. Su visita fue en un momento crucial, por la situación crítica que vivía ese país. Tuvo un efecto ecuánime con los diferentes grupos que la política había logrado dividir injustamente. Conversó con políticos, literarios, poetas y periodistas que se entrevistaron con él en la embajada de Colombia en esa ciudad. Actuó decididamente como pionero de la lírica de Suramérica y se mostró anhelante de conocer las letras argentinas y la expresividad para conocer esa realidad política, sentida que vivían. Fue invitado de honor de organizaciones peronistas y de grupos recalcitrantes de oposición, sin que ello incomodara a nadie, más sirvió de intermediador. Su diplomacia en estos asuntos y otros se hacía notar.

A España, alguna vez dijo Carranza, que por ir a ese país haría cualquier cosa. A su poesía se le veía vestida de trajes europeos, exceptuando las pocas veces que compuso versos con aires de paisaje andino y llanero. Para condensar su estadía en la tierra vasca, en el año de 1958 se preparaba para dejar este país y su cargo de la embajada de Colombia. Un redactor del periódico A. B. C. de Madrid, Luis Quesada, determinó una encuesta sobre el significado de la estancia de Carranza en España. Entre las muchas respuestas de los entrevistados más representativos de la opinión literaria española: -“Los siete años de Eduardo Carranza con nosotros han sido la mejor demostración de que la mejor diplomacia es la de la poesía y la del corazón. -Nadie como un poeta para realizar una labor realmente eficaz de acercamiento cultural”-Gerardo Diego. –“Veo en Carranza, aparte sus valores estrictamente poéticos, un hablista que merece ser estudiado atentamente desde el punto de vista del idioma hablado por españoles e hispanoamericanos”- M. Fernández Almagro. –“Le considero como uno de los más grandes oradores de habla castellana y como uno de nuestros más grandes poetas contemporáneos”- Gregorio Marañón.

Creemos que con estos pocos elegidos conceptos, encontramos a ese Carranza que llegó a España a irradiar y relucir entre españoles.
En su corazón:
Carranza pensó siempre que vivían personas como poetas, entre ellos Cristóbal Colón, Simón Bolívar; entre otros, donde la poesía va más allá de las palabras, como por supuesto el amor, el cariño y las demostraciones del alma que tiene la vida de ser. “La esperanza está en nosotros”, decía, “Si no tenemos esto no estamos esperando nada, entonces estamos muertos”. Se defendía solo, era el poeta neo-romántico, hispano, criollo, colombiano; con el más alto orgullo de ser un patriota de su país.
El texto amoroso que más amaba precisamente es “Melancolía” y poema de contenido nacional “La Patria” en el que se asoma toda una carta. Resaltó igualmente algunos textos de exaltación hispánica, por ejemplo: La poesía del heroísmo y la Esperanza. El canta a las ciudades hispánicas y El breve elogio del castellano imperial. Algunos de esos títulos: “Melancolía de diciembre”, “Viaje a mi corazón de veinte años”... “Nochebuena”, “La casa en el recodo de la infancia”.
De sus trabajos que él resaltó también los clásicos: “Miguel de Cervantes y Mi corazón”. Encontramos una reseña de Diana Montoya de Duchamps, en cuyo reportaje en Colombia ilustrada de 1969, en Lo Azul y su padre Darío, (La oración es azul-Julio Flórez) –Rubén Darío puso un brochazo de color en la poesía; un toque azul, azul de cielo o el azul del mar; el azul presentido por Mallarmé: ¡Je suis hanté L'azur! Con su libro Azul publicado en Valparaíso, en 1888, él cambio la idea y lo estético de la poesía en un movimiento modernista. Para Carranza lo azul tenía la condición de una clave estética, era fuerza interna.
Latir poético:
Sus primeros poemas fueron publicados en 1933 en las Lecturas Dominicales del periódico El Tiempo, luego en la Revista de las Indias en 1936: “Regreso con islas y jazmín” y En Popayán, “Sobre el vitral del aire” y un soneto que no se ha recuperado y que fuera publicado en una edición de Jorge Zalamea, quien lo dedicó a la muerte de García Lorca, con una visión entre la apertura a lo renovador.
La pluma Carranza conquista, por la originalidad y sencillez, el ademán de su actitud poética y lírica; fuerza interior que emana con una claridad maravillosa no antes leída en otros poetas, llega al corazón, tanto así coincidencia con este asunto, el hecho que la exposición sobre la conmemoración de su natalicio 100 años, se llamó “El oído en el corazón”. Se expusieron veinticinco primeras ediciones de sus libros en el archivo de Bogotá, algunas con dedicatorias a Hernando Santos y a su tía Julia; también cuatro caricaturas y veintisiete fotografías de lo que fue su vida intensa social, literaria y política.
Singular en la mayoría de los ataques que le hicieran al poeta, se funde una discusión clara, más bien una crítica impulsada por celos sobre su originalidad en ciertos elementos de su poesía.
-Con intención no muy transparente se ha tratado de aprovechar aquella zona de influencias o reminiscencias que lógicamente existen en toda obra juvenil, sin advertir, o advirtiéndolo, que aquella gracia primigenia, en ocasiones un tanto nebulosa y mágica de Carranza, se había ido transformando en un estilo exclusivísimo.- No cursi el sentimiento sino delicado y selecto, diríamos y en ocasiones etéreo como en: “Soneto insistente”,” Soneto con una salvedad” y “Soneto a la rosa”.
En 1935 en su primer tomo con “Canciones para iniciar una fiesta”, recoge los poemas escritos entre este año, a 1936. Trae un acento amoroso, marca una figura delicada de Alicia Angulo, su prima novia, ya mencionada. -Alicia Altanube, Alicia por-que sí, sí;  Alicia, porque sí no, blanca abeja de dulzura, la dulce amada que tenía el alma de nube, vago vagar vagaroso, prima de las azucenas... Las “Seis Elegías”, concebidas entre 1939 y 1940, canto a la amiga desaparecida Maruja Simmonds, con las que inicia: “La que fue como un dulce río detenido: río ascendido a nube para siempre”.
“Sombra de las muchachas”, 1939-1941, dedicado este libro a la memoria de Carlos Lara, su amigo español, famoso pintor, que a dos manos ilustró la excelente edición de: “El olvidado” y “Alhambra”, encontramos a un Carranza con poemas magníficos.
Ese poema Nadadora con “Amoa” que titula magistralmente, con el verso final memorable…Eres una mañana vestida de muchacha… que en 1937 surge cuando ve nadar en el Club Campestre de Cali, a Berta Calero Tejada. Tantos más poemas que nos dejó; a esas niñas de sus épocas, a sus amigas bellas como: Yolanda Mora: Yolimur, Yolimar, Yolimor, como los tantos nombres que decía con su singular estilo.
Hacía de los vocablos una puesta singular, como ejemplo: Alazul, Islaflordorada, el pasaje aurialado de la estrella. Y los tres sonetos más conocidos: “El soneto a Teresa”, María Teresa Holguín, “Teresa, en cuya frente el cielo empieza…”; -“El soneto con una salvedad”: -“Salvo mi corazón, todo está bien” y El poeta se despide de las muchachas: …”Jóvenes de ternísima cintura”
Sus mejores piezas de poesía épica las presenta en: “Canto en voz alta”. Resalta a Colombia y España, países mencionándolos como: “mis niñas amadas”…”Venid muchachas de caliente nácar, Lía, Clara de Luna y Soledad de Sol, Beatriz, Luz, María, Lucía, Berta, Ángela, Cecilia, Teresa, Carmen, Inés, Margarita, Elvira, Lina y Yolanda Arroyo.
Se canta a los llanos de la patria” va en metáfora de muchacha, se dirige a su amada tierra de corazón, como a una señorita vestida de cocuyos. Este romance heroico, en decasílabos, contiene el hermoso paralelo de tierra amada.  Se dijo que en este poema tal vez se descalifica la antología de Carranza, es su estilo que muestra el españolismo absoluto.
Éste era un rey” (1944-1945) es un libro fabuloso de poesías infantiles que el poeta dedica a su esposa, Rosita y “En Los días que ahora son sueños” (1943-1946).  En este periodo se percibe una poesía en Carranza con un agridulce sabor de desilusión, que genera una amargura en su libro “El olvidado”. El prólogo fue de Dámaso Alonso (-Lo sensorial, lo temporal y lo permanente en la poesía de Eduardo Carranza- 3 pág.183). Este material de Carranza contiene poemas importantes como: “Es melancolía: -Te llamarás silencio en adelante…”; “Soneto sediento”: Mi tú. Mi sed. Mi víspera. Mi te amo. El puñal y la herida que lo encierra. Mi por siempre jamás. Mi agua delgada gemidora y azul...” Años antes de morir su amigo Eduardo Cote Lamus, con el tema de “Ausencia”, que en estrofas hizo, es de profundo sentimiento y de quebrado corazón.
Su último libro, antes de iniciar su tercera época: “Los pasos cantados”, acopia su obra desde 1955 hasta 1968. Inicia con el poema de Jorge Gaitán Durán, palabras de amistad a Eduardo Carranza. Después, “Los pasos cantados”, poema que contiene reflexión filosófica. Y algunos fragmentos de: “La cantata” en honor a Antonio Llanos: “Antonio trigo, el de la mano como un ala…” El cuadro surrealista que presenta de Colombia en “La Patria” es una carta diríamos, que finaliza en tono original y sensible: “Estoy cansado. Estoy triste de Patria y poesía...” y firma como lo hacía en la escuela, simplemente: Eduardo.
Piedra y Cielo:
Nace un movimiento poético, una corriente de literatura colombiana, impulsado y promovido especialmente por Eduardo Carranza que se llamó “Piedra y Cielo”
Era el año de 1939 cuando es tomado el título del libro de poesía del gran admirado por el poeta Carranza, Juan Ramón Jiménez, que había sido publicado en 1919. A partir de esto, muchas de las publicaciones que hacían sus integrantes, se les llamaba “Piedracielistas”, conformada por poetas colombianos nacidos entre 1910 y 1915, postvanguardista e iconoclasta; impío se dijo de Carranza, que arremetió contra el paradigma poético que dominaba en el país, básicamente sobre la obra de Guillermo Valencia, poeta con alta reputación. Se anota aquí que fue considerado uno de los grandes hombres del modernismo hispanoamericano y representante de la cultura reaccionaria que fue auspiciado por los gobiernos conservadores imperantes durante el primer tercio del siglo XX. 
Se destaca de los “Piedracelistas” que no tuvieron manifiesto, ni establecieron escuela poética, más bien propugnaban por una poesía central, leído así en la introducción de los cuadernos de Jorge Rojas y el artículo Eduardo Carranza.
Vemos algunas características especiales de este grupo, entre otras, la emotividad amplia y la insolencia por las formas destinadas y casi beatificadas.  Realmente cuando Carranza escribe el artículo titulado “Un caso de bardolatría”, (ya mencionado), presenta los poemas del grupo; como alternativa, al igual dijo entonces que era: “Un poeta sin perspectiva humana”, fue cuando realmente se presenta esta dinámica alrededor de la polémica en la que se sintetiza que Valencia apenas si era un buen poeta, pero impávido haciendo alarde de palabras a “espaldas del tiempo y de su pueblo”.
El movimiento sin duda significó una renovación absoluta en la lírica del país, que hacía muchísimo tiempo en Colombia no se veía desde lo político social, especialmente en los últimos años treinta. Fue importante su influencia en escritores como Gabriel García Márquez, quien en alguna oportunidad dijo que este movimiento fue fundamental para él: “Gracias a esta herejía pude dejar atrás una retórica acartonada, tan típicamente colombiana....Creo que la importancia histórica de “Piedra y Cielo” es muy grande y no suficientemente reconocida...”
El más importante exponente, no hay duda y además promotor incansable, fue precisamente Eduardo Carranza, con un estilo melancólico, romántico; arraigado a lo antaño, a tierra y sentimiento.
Algunos fragmentos de sus letras poéticas:

Azul de ti
Pensar en ti es azul, como ir vagando por un bosque dorado al mediodía:
nacen jardines en el habla mía
y con mis nubes por tus sueños ando…

Soneto a la rosa
En el aire quedó la rosa escrita.
La escribió, a tenue pulso, la mañana.
Y, puesta su mejilla en la ventana
de la luz, a lo azul cumple la cita…  

Galope súbito
A veces cruza mi pecho dormido 
una alada magnolia gimiendo, 
con su aroma lascivo, una campana 
tocando a fuego, a besos, 
una soga llanera 
que enlaza una cintura,

LLANO LLANERO- (Destacada poesía dedicada a su Llano-fragmento):
Aquí está el Llano escrito de ríos. El Llano azul de ríos. Tierra casi toda aire. 
Horizonte, novillo cimarrón y fruta y tiple y caballito veloz y copla triste y novia morena y silbo del turpial…
Aquí está el Llano, extendido hasta el cielo. El Llano sin principio ni fin como mi alma. 
El Llano que se prolonga de palmera en palmera como el mar de ola en ola. 
Aquí está el Llano empapado de sol como la mar de sal.
Aquí está la llanura. Y en la palma de su mano esta la línea de la suerte de mi patria. 
Esa línea es azul y se llama río Meta.
Aquí está el Llano, firmamento de tierra, patio de Colombia, lleno de naranjos. El Llano, el Llano llanero. Yo le canto de pie, a grito herido y hasta enronquecer. En pie sobre mi arpa yo le canto
Es interesante señalar cómo la poesía de Carranza siguió muy fielmente un ciclo vital, el suyo. Refleja en su forma y en sus temas, sus experiencias e ideas; evolucionó de acuerdo con su propia marcha. Su poesía de juventud muestra el corazón de un adolescente, e igual luego cuando llega a la madurez y por último a la vejez. Fue una vida entera con todas sus pasiones, ilusiones, desengaños y equivocaciones que está escrita en sus versos. Carranza es y seguirá siendo color y letra de: Patria, muerte, amor y tierra. Se la jugó todo en su oficio de escribir y como él mismo lo expresó, dejó su corazón escrito.
Sus últimos tiempos:
Aún en nuestra memoria de esos últimos días de su visita al Llano, a su ciudad de Villavicencio, se recuerda cuando en la Hacienda La Campiña de propiedad del industrial, Luis Eduardo Caicedo Mota; quien le hacía un merecido homenaje en vida al poeta y amigo, en compañía de sus familiares y amigos más cercanos; especialmente su hija María Mercedes, controlando su diabetes, el poeta se aplicaba la insulina cuando fijaba sus ojos en las cuerdas del arpa. Ya estaba muy enfermo para entonces. En medio de la música llanera con una cena con sabor a Llano y joropo, se brindaba por su vida y se daba gracias por su invaluable entrega poética. Unidos alrededor de Carranza, nombre y obra que jamás se olvidará. Ese día quedó plasmada su figura en unas fotografías, 19 meses y 13 días  antes de su fallecimiento, para lo cual Daniel Samper Pizano, publicó precisamente en su columna de El Tiempo “Carranza vuelve al Llano, tenía entonces 70 años en 1983.
En Bogotá,  el 13 de febrero de 1985, fallece y su cuerpo es llevado al cementerio de Sopó, junto a los restos de sus familiares: madre, esposa e hija.
En algunas de las publicaciones realizadas en su honor, existe una de Daniel Samper Ospina, que escribió: “El Llano como una mujer”, como ferviente seguidor del  poeta llanero. En ese escrito deja palpable el amor indudable que Carranza sentía por su tierra, en la que describe a los Llanos como si fuera una mujer. Se destaca entre otras letras, este texto que deja claro que la mejor forma de conocer al Llano es visitar la obra de Eduardo Carranza. En un especial de los Llanos Orientales se dice que vale la pena destacar a Carranza: El festivo, para el cual la naturaleza con la que creció; paisajes llaneros de los que fue testigo desde que llegó a la vida, le sirvieron para describir a la mujer. “Imagen casi perdida”, además como muestra de lo anterior:
-Eres como la luz alta y delgada.
Como el viento eres clara sin saberlo
Vacila tu actitud como la tarde
Suavemente inclinada sobre el mundo.
…Eres una mañana vestida de muchacha.

Se dijo que Carranza explicaba con enorme luminiscencia a sus mujeres porque las delineaba como si dibujara en el alma de ellas.  Otras ediciones destacan siempre poemas como: “Canciones para iniciar una fiesta”, “Seis elegía y un himno”, “La sombra de las muchachas”, “Azul de ti” y “Llano llanero”.

Y encontramos que el 23 de abril de 2013, el Ministerio de Cultura de Colombia declaró el año del poeta, también por los 100 años de su natalicio.  La familia Carranza entregó a la Biblioteca Nacional casi cinco mil documentos, entre los que hay fotografías, poemas, cartas y escritos; que hacían parte del archivo personal del poeta para que sean digitalizados y conservados, al ser esta la entidad a cargo de salvaguardar el patrimonio bibliográfico y documental colombiano. En el departamento del Meta, se realizan lecturas y concursos. La ya existente Biblioteca y un colegio en Villavicencio, llevan su nombre. Hay proyectos que se piensan realizar en su honor.

A propósito de esta celebración, se han leído publicaciones como la de su seguidor, escritor y poeta Federico Díaz Granados: -“Su obra ha sido fuerte, clara y única por su actitud poética y lírica. Creo que hay unos grandes temas que son comunes a los poetas de todos los tiempos, pero que Carranza los trata de una manera muy original y muy propia. Por un lado está el gran tema del amor, en el cual encontramos algunos de sus más bellos poemas y sus más grandes sonetos. Está el tema del paso del tiempo y la proximidad con la muerte, que lo vemos sobre todo en esa última etapa de “Epístola mortal” y de un soneto como “El insomnio”.

Eduardo Carranza al leerle es: muerte,  amor,  tierra y Patria y no será el silencio que embargue nuestros corazones; la melancolía no podrá habitar, porque de azul se vestirán las páginas con sus letras y en ellas el latido de su corazón siempre estará.


(Agradezco el importante aporte plasmado en la edición de los libros de la escritora Gloria Adela Serpa de Kolbe)


Villavicencio-Meta, noviembre, 2013.

* ANA MARGARITA RODRÍGUEZ DEVIA

BREVE RESEÑA 

Comunicadora Social-Periodista, de Villavicencio, departamento del Meta-Colombia, egresada de la Universidad de Bogotá, Jorge Tadeo Lozano, con postgrado en comunicación empresarial y organizacional, con otros estudios.
Ha trabajado escritos, entre crónicas periodísticas, artículos, (revistas especialmente) y poesías desde niña, que le han merecido reconocimientos.
Ha impulsado las artes y ha sido fundadora de grupos de teatro, participando activamente en exposiciones y obras. Obtuvo también su tarjeta profesional del artista.
Comunicadora Social en el Sena, Consultora del Corpes de la Orinoquia con el proyecto “Relación Villavicencio-Bogotá”, Alcaldía de Villavicencio y Gobernación como Periodista, Relaciones Pública y Jefe de Protocolo con la Gobernación del Meta y empresas particulares, organización de eventos, docente y catedrática en varias universidades. Conferencista de talleres a la comunidad. Igualmente le ha preocupado proyectos, jornadas y campañas nacionales y regionales, en favor de la mujer, niñez, jóvenes, deporte, lucha contra el Cáncer, lucha contra el VIH, defensa de los indígenas, medio ambiente, entre otras, participando activamente.
Ha contribuido al desarrollo de la cultura en el Meta, en general a la imagen regional.  Con jóvenes ha realizado la tarea de dictar talleres para la imagen integral llamada “Ingeniería de Imagen”. 
Actualmente colabora como Comunicadora Social en la dependencia de “Comunicación e Imagen” de la Cruz Roja Colombiana Seccional Meta. 
Fue seleccionada por el gobierno departamental para organizar la muestra del Meta en 1992, en la 5ª. Feria Internacional del Libro en Corferias, “Homenaje a Escritores del Meta, resaltando a Julio Daniel Chaparro, poeta, como homenaje central a Eduardo Carranza, poeta llanero.
Seleccionada al VII Encuentro de Escritores Hispanoamericanos “Presencia Viva de la Poesía” en 1998, evento realizado en Villavicencio.  Obtuvo el primer y segundo puesto en el concurso literario modalidades poesía y cuento, respectivamente de la Revista Trocha.  Organizó la muestra el Meta en la Feria Internacional del Libro, galardona como la mejor del país. Ha laborado como periodista free lince en medios radiales, prensa y televisión.
Es nombrada recientemente como delegada, Presidente para Colombia de la Organización Mundial de Poetas, Escritores y Artistas; en redes sociales del mundo.

Su trabajo más osado en otro campo lo realizó incursionando en la promoción de figuras de la belleza llanera, obteniendo la corona por primera vez para el Meta con Lina María Gaviria, con quien se empeñó en la divulgación de la región, especialmente del departamento del Meta en todos los medios locales, nacionales e Internacionales.
Ha contribuido al desarrollo participativo y recreativo alrededor de la integración y la solidaridad.
Actualmente es la directora periodística, cargo que desempeña hace 15 años en Revista La Meta Colombia, también forma parte del consejo editorial y escribe el 85% de todos los textos que se publican, siendo su trabajo más destacado las crónicas de caserío llanero, sección periodística creada por ella, que reúne investigación basada en anécdotas, reportajes por personajes vivos, o familiares del pasado de Villavicencio y el Llano, que aún no se han publicado.
En la actualidad trabaja en varias obras literarias y proyectos especialmente de géneros: poesía, novela, cuento y crónica.
Se le reconoce sus esfuerzos y trabajos continuos en pro de la Cultura y las Artes del Meta, como en lo  social en favor de la población vulnerable; por esto y otras labores, es muy conocida en el medio, siendo benefactora de muchas fundaciones y obras. Ha trabajado todos los géneros periodísticos en prensa, radio y televisión.
En la actualidad participa activamente en la formación de talleres y actualizaciones en medios de comunicación local a través de la Asociación de Periodistas del Meta-ASOPEMET y desarrolla programas de comunicación organizacional, eventos empresariales y sociales. Está dedicada también a la docencia universitaria, asesorías de imagen y proyectos.
Fue condecorada con la orden máxima categoría oro con la “Orden ciudad de Villavicencio” en el año 2010, en el marco de la celebración de los 170 años de la fundación de la ciudad, otorgada por la Alcaldía de Villavicencio.
Ganadora de Premios de Periodismo en su primera versión, (2012)-Julio Daniel Chaparro, organizado por Noticias de Villavicencio.com; con la investigación periodística “Inmigrantes del Orinoco hacia el Sur”  y recientemente nominada nuevamente a estos premios con la investigación “Ya no vive nadie en ella”. Destacada y condecorada por su labor institucional en la Cruz Roja Colombiana Seccional Meta, organismo de socorro con el que se encuentra vinculada hace 12 años como directora de Comunicación e Imagen, y por su labor social y cultural, por la Casa de la Cultura Jorge Eliécer Gaitán; entre otros.


*Escrito extractado de:
 Obispo (Emérito) de Villavicencio–Monseñor Gregorio Garavito Jiménez
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Anna Margarita Rodriguez Devia  anmar23@hotmail.com
Twitter: @AnnaMargaritaRD
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Skype: marode23
E-mail institucional: comunicameta@cruzrojacolombiana.org
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Publica y difunde: NTC …* Nos Topamos Con …
Cali, Colombia.
* Se actualiza periódicamente. Diciembre 19, 2013
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28 de diciembre de 2012


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8 de agosto de 2010
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DISERTACIÓN EN EL CENTENARIO DE EDUARDO CARRANZA  ACADEMIA COLOMBIANA DE LA LENGUA . Por Gloria Serpa-Flórez de Kolbe. BOLETÍN DE LA ACADEMIA COLOMBIANA. TOMO LXIV. NÚMEROS 259-260. ENERO – JUNIO, 2013. BOGOTÁ. Pags. 36 a 38 (Click derecho sobre las imágenes para ampliarlas en una nueva ventana. Luego click sobre la imagen para mayor ampliación) 
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Agradezco la invitación formulada por el Señor Director Dn. Jaime Posada, para presentar mi segundo libro sobre Eduardo Carranza y su obra, en este homenaje que la Academia Colombiana de la Lengua, rin­de al poeta colombiano, Miembro de Número de esta institución, en el centenario de su nacimiento.

Lo que se dijo y no se dijo en tni Gran reportaje a Eduardo Carranza, libro que hoy presento a la Academia Colombiana de la Lengua, no es una segunda edición de mi Gran reportaje a Eduardo Carranza. Su contenido es similar, pues se trata de la vida del poeta Eduardo Carranza y la recepción a su obra literaria por la crítica en lengua castellana, y su organización y edición son diferentes. Su texto y el orden de sus compo­nentes también difieren, tras haber sido sometido a una mayor organi­zación y a una rigurosa numeración temática, que facilita la lectura y agiliza la captación del tema. … sigue en: 
http://academiacolombianadelalengua.co/sites/default/files/BOLETIN%20DE%20LA%20ACADEMIA%20259-260%20(2013).pdf Allí textos de otros autores sobre Carranza y con motivo del HOMENAJE 
 Lo que no se dijo del poeta Eduardo Carranza. Detalles inéditos de la vida de Eduardo Carranza son publicados por Gloria Serpa. El Tiempo, 18 de junio de 2013 http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-12880129
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***  5 de junio, 2013, Bogotá,  12.00 m.

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--- “LO QUE SE DIJO Y NO SE DIJO EN MI GRAN REPORTAJE A EDUARDO CARRANZA”. Por Gloria Serpa Flórez de Kolbe.  Su SEGUNDO LIBRO SOBRE EL MAESTRO y Poeta.  PRESENTACIÓN, PRECEDIDA DE LAS PALABRAS DEL ACADÉMICO BENJAMÍN ARDILA DUARTE. Lugar: Jockey Club (Norte), Bogotá, Carrera 4ª. # 72-54. Favor confirmar su asistencia al teléfono 689 5129. / NTC ...  enlace: Gran reportaje a Eduardo Carranza. Gloria Serpa de de Francisco. Bogotá : Instituto Caro y Cuervo, 1978. ,  http://ntcpoesia.blogspot.com/2012_12_28_archive.html 
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