miércoles, 29 de enero de 2014

La escritura del desenfado Por: Claudia Patricia Mantilla Durán. Sobre el poeta argentino Jorge Boccanera.

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La escritura del desenfado

Por:   Claudia Patricia Mantilla Durán *

Buenos Aires (Arg.), Enero, 2014 

En Lavallol, localidad de Lomas de Zamora, en la zona sur del Gran Buenos Aires, vive el poeta argentino Jorge Boccanera.  Su casa es fascinante como su vida:   En la sala, una silla de barbería recuerda su infancia,  la peluquería de su abuelo italiano por la que vio desfilar toda clase de personajes, la mayoría inmigrantes que llegaban al Puerto de La Esperanza -más conocido como Ingeniero White-  en la provincia de Buenos Aires.  “Me crié allí, en la peluquería de mi abuelo italiano ubicada entre el bullicio de un restaurante griego y el despelote del bar Americano”.   El puerto llenó de asombros sus primeros 10 años de vida y le infundió el gusto por la música -su padre cantaba tangos- y, la pasión por el viaje presente en su escritura.  /La selva es inminente, eso que está por desencandenarse.  /Es lluvia detenida.  /Espuma a punto de plumaje./ Urgencia./ Estar y devenir en una misma boca./ Lo que se viene./ Pronta. / Y se va a desatar. /Telegramas que ruedan por el aire. / Mi oficio es recibir eso que vive de anunciarse./ Ser la rama de aquello que no se posa nunca.


La dictadura argentina lo obliga a exiliarse en México en 1976 y a trabajar como periodista en distintas agencias noticiosas, diarios y revistas.   La sensación de estar dividido entre dos mundos resulta desgarradora  “el exilio es una máquina de moler, una dislocadura, reduce un lugar a puñados de polvo que solamente adquieren algún paso en la palma abierta de la nostalgia”, expresa.  Sin embargo, su visión del exilio no es desesperanzadora, para Boccanera también es el “no lugar” de la solidaridad y el aprendizaje. /Un hombre enterrado en las arenas del exilio/ donde se hunden sin chistar mujeres rojas y tiendas de lentas humaredas, / y una espada se emperra y una silla en desuso. / Un hombre enterrado allí donde Tarafa ofrece una copa de vino, / por las llamas del sol que lo despedazaron. / Y va a pique la mesa donde alguien escribió/ Moriré tal vez muy lejos de mi idiomaY Artaud canta parado en un caballo blanco./ Entonces ese hombre es polvo de su voz.
Un coro de voces habita su biblioteca, van desde Francisco de Quevedo, César Vallejo, Luis Cardoza y Aragón hasta Olga Orozco y Juan Gelman.   En uno de los costados de su segundo hogar (“el hogar está donde se guardan los libros”), irrumpe una suerte de objeto-poema que invita a pensar en desbandada o rebelión, se trata de una  jaula para pájaros que tiene la puerta cerrada y está vacía.   En el centro, sobre una mesa rectangular se encuentran notas manuscritas dispersas, habanos y libros abiertos con páginas señaladas.  Este, su taller de escritura –como lo llama- ocupa varios cuartos de la casa. 
En 1989 viaja por Centroamérica donde permanece ocho años para luego trazar la que será su ruta de ida y vuelta:   Buenos Aires - San José de Costa Rica, experiencia que le permite profundizar  en la poesía centroamericana y asumir la dirección de la cátedra abierta de poesía latinoamericana Cuba y América Central en la Universidad Nacional de San Martín en Buenos Aires. 
Su trayectoria incluye los premios Casa de las Américas, Cuba, 1976;  Nacional de Poesía Joven, México, 1977;  Casa de América de Poesía Americana, 2008 y, Premio Internacional de Poesía Ramón López Velarde, México, 2012.  Al deslumbramiento que producen los reconocimientos,  el poeta se anticipa:   /¿Premio?/ Me presento a concurso/ y gana este dolor./ Por unanimidad. 
Lo cierto es que en cada uno de sus libros, Boccanera construye una voz singular en la que cabalgan imágenes plenas de contenido.

MARIMBA
Este es un poema tirado por caballos,
voy de pie, voy aullando,
una palabra brilla sobre mi lengua seca,
polvorienta,
quiere trazar sus círculos concéntricos en un
agua que cante.
¡arre caballos!
Llevo “todo el hocico en llamas como un feroz ladrido”
(bendito Mallarmé)
Yo soy el payador sobre cubierta
apretando una viola frente a la ciudad en ruinas.
Dejen libre la calle,
no canto porque sí,
yo busco un mundo, otro.
Yo no enumero la cristalería,
quiero hacerla pedazos.

Este es un poema tirado por caballos.
vean arder mi látigo sobre el viejo tambor de
    la poesía.
Háganse a un lado, cargo
un espinazo, un fósil atado con alambre,
un enfermo de amor,
una huesera al rojo vivo,
una tumba de besos al fondo de mi carne.

Con este poema vago, divago, briago,
yo payador,
las riendas,
el párpado a los tumbos,
¿Equivocado?
Como el que abrió un paraguas que el sol derribó
   a besos,
como el ciego que jura por la luz que lo alumbra.
¡A contrapelo vamos!
¡Volando!

¿Acaso alguien vio un sueño tirado por caballos?
¿Un tatuaje en el muslo que arrastran por el cielo?
Ahora se puede ver.
No hay imposibles en el vértigo de una cama de
   bronce (tirada por caballos) donde salo
tu carne de mujer.

¡Arre malditos, vamos!
Agiten sus collares de sangre.
Llevo espuma en la boca,
una navaja en cada mano llevo,
hilachas de otro rostro ganadas con sudor,
y un anzuelo de plumas,
y un as de pocas pulgas.
Yo quiero un mundo, otro.

Este es un poema tirado por caballos,
este es el payador sobre cubierta.
El espectáculo de la persecución estalla y
vienen ya las aves de rapiña,
y las aletas de los tiburones,
y asoma la lava del volcán,
y un derrumbe de piedras con el rostro de aquella.

Por eso ¡arre caballos!
Hay que apretar el paso.
Yo espuelas, yo cananas, yo polainas, yo arenga,
atravesando sueños que se anudan en amargas regiones,
osamenta de voces de bruces en la tierra.
El paisaje, el lenguaje.
(No hay quién tome nota de esta respiración agitada).
Cerca del carromato se agrietaron las calles,
nos sigue un ulular,
nos embiste lo incierto,
(En el paquete del futuro no hallarás más que una
          muleta).
No entienden que yo quiero un mundo,
   otro,
yo cabriola, yo baile, yo marimba, yo quiero
el poema danzando sobre mi cabeza,
mi cuello en libertad.

Este es un poema tirado por caballos.
Van mis muertos aquí,
sus huesos hablan con el frío.
Este es un payador sobre cubierta,
sobre sus ojos una ciudad en ruinas.
Alguna vez su lengua fue una bolsa que apenas
        aleteaba,
pesada como el cuerpo de un ahogado.
Alguna vez su lengua fue un pedazo de trapo
frente al cuerpo de la belleza.

Ahora quiere cantar.  Y dice y grita:
¡Que nadie se me cruce!
Voy alerta, de pie,
pañuelo rojo, funyi, cuchillo, banderola,
atravesando sedas que se recuerdan en una
    antigua danza,
ángeles de chatarra engominados,
cortinados movidos por un guante vacío
y una cifra tristísima de gente que no está.

Yo soy el payador sobre cubierta
“mis versos van revueltos y encendidos como mi corazón”
    (caro Martí).
Debo enterrar palabras en el fuego,
urge que entregue un par de cartas,
urge que llegue a un mitin,
debo entonar un himno,
urge que escuche a mi hijo su primera palabra
cuando ella lo oscurece con sus plumas de asombro.
No quiero la palabra saciada de sí misma,
ni la verdad dorada donde no cruje un pájaro,
no quiero almacenar saliva,
ni la tos delicada que recoge su aplauso.
Quiero besar el caos.
Los escombros del cielo no me dan de beber.
Yo soy el payador que quiere un mundo,
       otro,
y busca en el polvo del poema acaso una respiración
   inútil, boca a boca,
quizá un vaso de sangre donde no quepa ni una
  sola gota de miedo.
Así de día, tantos días
que abro los ojos en el barro.

¿Huir de este poema? ¿Arrojarme al vacío?
¿Tirarme por la borda? ¿En los brazos de quién?
¿Qué supuesta pureza? ¿En qué animal de signos
que no sea este relámpago?
El lenguaje, el paisaje.
No me muevo de aquí,
va echando chispas este sueño.

Vi desfilar el miedo, la infamia, el verso flaco.
los ojos van vendados debajo de los ojos,
la boca amordazada debajo de la boca
y una lengua estaqueada a mitad del silencio.
Yo soy el payador sobre cubierta.
No canto porque sí.
Humeando entré a la vida.

Este es un poema tirado por caballos.
Cruza bajo los grandes árboles de la historia,
entre los delicados gestos de los mortales
voy de pie, voy aullando.
Yo quiero un mundo, éste.
Yo me quito el sombrero.
¡Buenos días señora del placer!
¡Arrabales salvajes, buenos días!

Telúrica, sarcástica y paradojal, así es la poesía de Jorge Boccanera que retumba en su poema Marimba, del libro Polvo para morder, revelando un lenguaje radicalmente distinto al de sus contemporáneos.   El poeta sacude el árbol de las palabras porque  “hay que incendiar la poesía/ y cantar luego/ con las cenizas útiles. 
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Parte de este texto se publicó (Enero, 2014)en: 
 http://www.vanguardia.com/vida-y-estilo/cultura/240643-la-escritura-del-desenfado
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 Periodista ( 1 ) . Buenos Aires (Argentina). En la actualidad la autora realiza estudios de Doctorado en Periodismo en Buenos Aires. Generosa corresponsal, ad honorem,  de NTC ... en Argentina. 
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EL POETA 
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Fotografías: Claudia Patricia Mantilla Durán
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DE: internet
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NTC ... ENLACES:



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POLVO PARA MORDER, JORGE BOCCANERA . 
editorial: LIBROS DE TIERRA FIRME año: 1986. páginas: 69
http://articulo.mercadolibre.com.ar/MLA-487471724-polvo-para-morder-jorge-boccanera-_JM
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A la derecha: 
EDICIONES AMARGORD HACE MORDER EL POLVO A BOCCANERA. La colección Los Orfebres de Ediciones Amargord recupera la obra “Polvo para morder” del último Premio Casa de América de Poesía Americana Jorge Boccanera. Editada por primera vez en 1986 se instala en una instancia extrema y refleja la imagen de la derrota por excelencia. Una poética que arde y un yo poético que pone el cuerpo y busca en el polvo esas palabras preciosas que la belleza no cesa de entregarle.
http://amargordia.blogspot.com/2008_08_01_archive.html
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18 de agosto de 2009

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