miércoles, 22 de julio de 2015

El ya imposible anonimato de los seres anónimos con un diario. Por Jotamario Arbeláez. Presentación de "Diario de los seres anónimos", de Omar Ortiz

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El ya imposible anonimato de
los seres anónimos con un diario

Jotamario Arbeláez

Diario de los seres anónimos. Omar Ortiz.
La mirada malva, 2015. España.
Portada de Fernando Maldonado.

Presentación del libro en LUVINA, Bogotá Julio 9, 2015*
Fotografías: Marcela Sánchez

Me dice la señora que me lee las cartas, por otra parte gran lectora de Withman, de Edgar Lee Masters, de Ernesto Cardenal y Mario Rivero,
que para ella ─que tiene por qué saberlo─, el buen poeta es el que ve pasar la poesía desde las ventanas de su casa cuando las descorre para darle paso al sol que permite ver lo que ocurre,
si tiene casa, y si no, el poeta que pasa frente a las ventanas de la casa del poeta que sí la tiene,
para que éste testimonie que está viendo pasar a pie limpio la poesía desde su atalaya.  
         Qué sensación mirobolante cuando desde nuestra lírica pañalera nos embocamos por la poesía urbana antes de que la guerrilla tomara el mismo camino,
y nos dedicamos a andar la pobre ciudad, el barrio desencajado, los bares tabacales y espiritosos y la roñosa casa paterna preñada de secretos dignos del canto.
Ello nos permitía salirnos de los quebrantos y duelos por los fallidos requiebros y de las quejumbres metafísicas por no encontrar puesto en la trascendencia y ni siquiera en el mundo ni en las letras de los mayores.

Qué regocijante en cambio era dejar constancia garrapateada sobre papel periódico de cómo se iban quebrando las tejas del techo por posibles ladrones en fuga
y se precipitan esas imparables goteras que por fortuna siempre iban a caer sobre providenciales platones,
pero a veces arruinaban un tomo de la enciclopedia, algún viejo Telefunken o una carpeta bordada.
Nuestros ojos comenzaron a solazarse con libros desorbitantes que se saltaban las temáticas sublimes para adentrarse en lo común y silvestre de las junglas de asfalto con basureros
y tal vez el principal de todos esos hallazgos, el que nos marcó para siempre desde sus tumbas, fue la Antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters.
La vida de un pueblo entero a través de los más bien crueles auto epitafios de sus habitantes,
en un mosaico de losas fúnebre que conforma la gran novela de las calles corrientes.
Una vez que fui jurado de un concurso de poesía me encontré  con un libro que era trasunto del Spoon de Masters,
con la diferencia de que no eran propiamente epitafios sino auto retratos de los personajes, y se sucedía en un burdel famoso de Medellín, antecedente del célebre de Marta Pintuco, La casa de Resfa.
El autor era el niño que creció en el lupanar de su abuela madama y le tocó ver, junto al gato, todo lo que sucedía a su alrededor, lo contó tras la máscara de cada habitante o visitante, pues a la caída de la mansión heredó la memoria. 
Huelga decir que lo consideré digno del primer premio, pero los otros jurados se fueron por otro, nadaísta por cierto,
y como estos eran Mario Rivero y J.G. Cobo Borda, quienes me habían concedido en el 80 el premio de Oveja Negra, no tuve agallas para seguir chistando. 
Años después vi en circulación La casa de Resfa en edición prologada al clímax por Jaime Jaramillo Escobar, un poeta poco dado a las putas pero adicto de Edgar, y fue grande mi excitación y contentamiento.
Tan grande como el que se me presentó en estos días cuando me encontré con Omar en el puente Ortiz y me estiró su Diario de los seres anónimos, que devoré esa misma noche en compañía de la señora que me lee las cartas, que no siempre son las mismas.
Di un brinco hasta quedar pegado del techo, esta vez sin goteras, porque la persistente gotera soy yo, bien se sabe.
Un nuevo homenaje a Lee Masters, valiéndose de múltiples nombres reales de habitantes de su pueblo, Tuluá,
para trazar la respectiva saga de confesiones autocríticas ficcionadas, dolorosas y sarcásticas, con las que se reconstruye el pueblo de la palabra.   
Moran en el libro el cirquero que comete pequeños hurtos con su tropa de saltimbanquis; la madre de familia que lleva su casa enchambranada de sueños; el cantinero a quien sólo las moscas interrumpen su desesperanza; Cielo Luna, quien tiene 90 años y está sorda como una tapia; la maestra, a quien las compañeras de la escuela le envían dulces y lindas postales donde le desean se alivie pronto;
el cura que supo esconder la paternidad de su muchos hijos: el músico de la iglesia, verdadero intérprete de Dios; el hacendado, quien declara que a su edad son vanas las penas de amor; el poeta a quien el demasiado alcohol arruinó su visión; la vegetariana que decidió escudriñar lo secretos de la respiración, leer a Chopra y practicar el Feng Shui; la bella Esther, tan leve que podría volar si no se lo impidiera el peso de sus nalgas; Carolina Rueda, debe ser la actriz y cuentera que conocemos, quien afirma haber sido esposa y amante pero siempre sale del lío, no más apaga el interruptor y termina la función.  
Así son cada uno de sus personajes poemas, describiéndose a sí con un hermoso y cadencioso ritmo desencantado, contemplando la miseria que va quedando cuando el cuerpo se va oxidando, casi concluyendo con el tango que todo es oropel. O con Álvaro Mutis en que todo es desasimiento.   
Todos los nombres de los poemas corresponden a los de habitantes de su pueblo,
el que no necesariamente es Tuluá para no situarse en lo lugareño pero al que no quiso bautizar de otro modo para no incurrir en el pecado de Ulises, fundador de ciudades.
Pero sus biografías no son las correspondientes, para no ser revelador de infidencias, pero en realidad hubiera sido casi lo mismo,
 porque en todo villorrio deambulan seres con los mismos problemas, las mismas codicias, los mismos deseos, los mismos afanes, y el mismo destino final por mano propia o ajena, contando el accidente, la enfermedad y la ancianidad.
Acude entonces a la ficción narrativa en verso para crear su mundillo, ni mejor ni peor que los otros pero magnificado por el encanto de su canto
donde se mezclan la melancolía y el humor negro, las malparideces con las beatitudes, los amores contrariados y los fracasos financieros con el cinismo que les sirve de tapa.
Y por entre estos pedregales asoma la cabeza otro extraño, Marcel Schwob, autor de Vidas imaginarias. Si dirá que este libro está presentado en forma de cuentos, pero quién diferencia prosa y poema cuando estos van llevados de la mano de la maravilla.

Ya el epígrafe que utiliza Omar Ortiz es un guiño: hacia Schwob: Las sombras comen el sueño y beben el olvido.
El poeta, ya convertido en juez y parte por gracia de su palabra,
 ha decidido sentenciar la existencia que pasó por su lado con nombres diversos para crear su mapa del mundo de los comportamientos dispares.
Y ni siquiera acusando ni condenando, sino utilizando la verdad de la fábula confesional o testimonial, como ejemplo para la realidad de su país cuando está tratando de saltar del fuego.    
Es el Diario de los seres anónimos uno de los más hermosos con su dolor de fondo salvado por la ironía, libros de poesía que se han dado sobre la tierra caucana del Valle,
y no es por pecar de regionalista, porque igual podría decir que sobre toda la tierra.
Porque quien retrata bien un pueblo existente o lo crea de la inexistencia, le está dando una nueva vida al planeta.
Que si sigue girando es porque le da manivela Edgar Lee Masters
y también los poetas que le siguen la nota apostados en las ventanas de sus casas, cuando las tienen.
Como el poeta Omar Ortiz. Cuya pluma no debe descansar, ni darnos descanso. Sobre todo si al fin nos llega la paz con el cesar de la balacera.

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FOTOGRAFÍAS. NTC ... ÁLBUM



Fotografías: Marcela Sánchez, Angelita Cardozo y Mauro Torres 
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--- Diario de los seres anónimos *. Ómar Ortiz Forero. Editorial Mirada Malva.  Presentación del libro por Jotamario Arbeláez. Diálogos. Detalles: Click derecho sobre las imágenes para ampliarlas en una nueva ventana. Luego click sobre la imagen para mayor ampliación . * http://ntc-libros-de-poesia.blogspot.com/2015_01_31_archive.html // La reciente presentación en Tuluá: http://ntcpoesia.blogspot.com/2015_07_03_archive.html
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