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Amigos
que se van yendo
Jotamario Arbeláez
Bogotá, Enero 31, 2017
He tenido en esta
bendita vida que se me está prolongando,
sin haber terminado la misión asumida de contar la historia del mundo de
los amigos en éste y los otros mundos,
amigos de todo tipo en quienes me he apoyado para escampar tempestades
físicas, sentimentales, éticas, políticas y morales.
Más amigos que amores, vale decir, por cuanto estos últimos suelen
desaparecer al llegar el próximo.
En cambio un amigo nuevo se convierte en el amigo de los amigos de
siempre.
Un amigo más, decía después de su nombre aquel que estrechaba una mano.
Son pocos los amigos que exigen que se rompa con otro amigo porque es su
enemigo. Y muy blandos o muy tibios los que lo hacen.
Comienzo
por los amigos de farra, los de la ebriedad por las carreteras y en los
billares
y en las casas y calles de mala reputación que era donde uno hacía valer
su virilidad de la peor manera,
los cómplices en los bailes y los levantes y defensores en las peleas a
porrazo limpio,
los que le prestaban la camisa para volver presentable a casa,
los que se hacían pasar por uno cuando alguien le disparaba.
De entre ellos recuerdo y exalto a Alfredo Sánchez.
Los
amigos de oficina, con quienes se compartía el horario del tedio y se jugaba a
las confidencias,
se tapaban las faltas y se rajaba del jefe, se servía de fiador y
llegaba uno a casa justificado después de una pérdida de dos días.
De entre ellos recuerdo y exalto a Fabio Lozano, el brujo.
Los
amigos de la peligrosa solidaridad ideológica,
cómplices en la conspiración subterránea, así no se militara sino con la
simpatía.
De entre ellos recuerdo y exalto a Carlos Pizarro, el comandante-papito.
Los
amigos literarios y filosóficos con quienes se conspiraba sin armas,
se fumaba maracachafa y se firmaban manifiestos colectivos,
se conversaba de libros que se prestaban, de exposiciones y conciertos y
películas de estética común,
de nuevas teorías que aparecían, de premios que se ofrecían y que había
que ganar,
se pedía un prólogo y, como creían en uno, eran lógicamente los más
inteligentes de la manada.
De entre ellos recuerdo y exalto a Gonzalo Arango, el profeta.
Los
amigos ocasionales con quienes no se tenía nada en común sino el hecho de verse
en brincos toda una vida,
coincidiendo en el momento menos pensado que era cuando se requería de
un refuerzo para una argumentación, para una recomendación, para una defensa o
un préstamo.
De entre ellos recuerdo y exalto a Álvaro Bejarano, el loco.
Los
amigos indelebles que son aquellos de los que uno no puede carecer así no
tengan que ver en nada sus ideas ni sus intereses,
los que conoció de chiquito y en todas las etapas dejaron su impronta,
los que pensaron que eran parte del cuerpo de uno como uno parte del
alma de ellos. Siameses.
De entre ellos recuerdo y exalto a Víctor Mario Martínez, “Pitillo”.
Poeta Armando Orozco
Los
amigos de la poesía de la calle y del café caliente con empanadas,
conversadas hacia esos temas que eran la revolución de la poesía y la
poesía de la revolución en el mismo frasco.
Esos que tenían tema infinito porque lo habían vivido todo, sobre todo
persecuciones de las que habían sobrevivido y heroicas hazañas de plastilina,
como la de secuestrar un avión a Cuba amenazando con hacerlo volar con
un pote de talco para los pies.
Ese era el poeta Armando Orozco a quien un cáncer se le presentó de
improviso mientras cuidaba el del amor de su vida,
su cantada y pintada mujer Isabel, solidaria con su pasión salvadora del
ser humano secularmente vejado.
Pero por encima de su compromiso con el partido y sobre todo con el
periódico Voz, era la gracia encarnada en sus charlas de sobremesa.
Sólo una vez le gané una, cuando me pidió que redactara un slogan
publicitario para generar más confianza en el periódico Voz, no solo entre los
comunistas sino entre los demás cristianos.
Es de los mejores que he hecho, y él lo presentó convencido, pero del
Comintern nos mandaron a freír espárragos.
Decía llana y rotundamente: “En Voz confío”.
Sus
amigos de todas las gradaciones hemos perdido al poeta.
Es un decir. Los perdidos somos nosotros ahora sin su presencia.
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El País, Opinión, columna |
jotamario-arbelaez - Enero 31 de 2017 - 01:04
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En lo alto del instante
Armando Orozco Tovar
Ilustración de la carátula: "Muchachas de Morindó", Por Armando Orozco Tovar, 2009, aguadas, 0.50 x o.35 mts
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ampliarlas en una nueva ventana.
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ampliación
Colección Un libro por centavos. Universidad
Externado de Colombia, Decanatura Cultural. Primera edición Diciembre de 2010. Este Número 65 es una selección de poemas de Armando Orozco Tovar, realizada por él,
para la Colección. (Imágenes del ejemplar original en la NTC ... Biblioteca P-2501, de la Colección Completa)
http://190.7.110.123/pdf/1_decanaturaCultural/libro65.pdf (Allí el libro completo)
Armando Orozco Tovar Bogotá 1943. Es Licenciado
en Periodismo por la Universidad de La Habana donde ganó premios y menciones en
poesía y en el 83 en la Universidad Central de Bogotá. Fue redactor de Radio
Habana Cuba. Tiene publicados textos en el país y en el exterior y figura en
antologías. Ha editado Asumir el Tiempo, Las cosas en su sitio, Eso es todo, En
lo alto del instante, Para llamar a las sombras, Visiones, Del sonámbulo
imaginado y Radar del azar. Figura en el diccionario de Luis María Sánchez
(Plaza & Janes Editores Colombia Ltda., 1978) y en ¿Quién es quién en la poesía colombiana? de Rogelio Echavarría, editado por el Ministerio de Cultura.
Ha escrito crónicas, ensayos y artículos periodísticos. Asistió invitado al
Festival Internacional de Poesía de Medellín. Fue director de la Casa de la
Cultura de Soacha (Cund). Figura entre los poetas reseñados por Poetry Internacional donde fue traducido al inglés y otros idiomas. Durante
veinticinco años dictó clases en diversas universidades de Bogotá y realizó
talleres de poesía y cuento en la Casa de Poesía Silva y en la Universidad
Externado de Colombia. Ha expuesto plumillas en tinta china y acrílicos en La
Habana y Bogotá. * http://www.poetryinternationalweb.net/pi/site/poet/item/13914/16/Armando-Orozco-Tovar
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NTC … NOTA: Murió el 25 de enero de 2017
en su casa del barrio Kennedy, en Bogotá.
En la página 26 del libro:
EL VIAJE
Todos
vamos con cuidado desapareciendo.
Estamos
aquí,
nos
ven y nos saludan,
hasta
que un día nadie nos vuelve a ver
y
dicen:
“Entró
a un monasterio, está en la cárcel,
se
casó. Le dieron empleo en Nueva York,
está
viviendo en Camerún. Cría conejos.
es
zombi en Haití, conspirador, negrero.
dejó
el ocio, puso negocio.
Se
fue para las selvas del Chocó,
quemó
sus libros. Se le vio rezando en Popayán.
adquirió
la sífilis, era maldito.”
O
por el contrario nadie nos recuerda,
nadie
dice nada,
a
uno fácilmente los amigos lo olvidan.
Fue
tan discreta la fuga, la partida, el viaje,
que
sólo los más íntimos preguntan:
¿dónde
está ahora?
A
Armando Cuervo Romero
Armando
Orozco Tovar. Su Facebook:
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Claveles rojos para Armando Orozco
Por: Carlos Gutiérrez Cuevas
Bogotá, 27 de Enero de 2017
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