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VIENE Y COMPLEMENTO DE:
24 de agosto de 2013
Lorca en su agujero
(o La vergüenza de España)
Por Jotamario Arbeláez
¡Si muero, dejad el balcón abierto![i]
Con ocasión del reciente aniversario 77 del fusilamiento del poeta
granadino por parte de la Guardia Civil Española, el escritor nadaísta nos
presenta, con base en una referencia anecdótica y una investigación detallada,
su interpretación sobre el significado del crimen.
En 1964 cayó en mis manos uno de los pocos libros de mi biblioteca que no
he comprado: las obras completas de Federico García Lorca, empastadas por
Aguilar. Delicada edición en papel cebolla (1.864 páginas) y
carátula de cuero flexible, en la que por más que uno pasaba las páginas no
avanzaba.
Jaime Jaramilo Escobar, X-504
Se la presté al caviloso poeta Jaime Jaramillo
Escobar, quien por entonces firmaba como X-504, y si algo llegó a conmoverlo
tanto como La muerte en Venecia de
Mann, fueron las Impresiones y paisajes de
Federico.
Leyó el tomo de una sentada de varias semanas y,
después de revisar la meticulosa cronología del andaluz, anotó con lápiz en la
última página:
“Todo este libro y no dicen lo que debieran haber
dicho de la muerte de Federico. Sólo dicen: ‘Agosto: Muere’. En este silencio
sobre la muerte de Federico está toda la vergüenza de España”.
Facsímil de la nota escrita en 1960 por el poeta Jaime Jaramillo Escobar en
el tomo de Lorca.
Mi edición está fechada: Madrid. 1960. Tiempos en que ninguna editorial
podía ni quería pronunciarse en contra del régimen. No he cotejado con ediciones
posteriores a la muerte del Caudillo, para ver si son más explícitas.
En Aguilar, donde muchos años después habría de
publicar mis Antimemorias, me desempeñaba como vendedor ambulante para seguir
los pasos de Gabo, y la tarde del eclipse cuando me liquidaron, el libro se me
quedó pegado del maletín.
Pensé devolverme a devolverlo, pero el espíritu de
Lorca tuvo el poder de disuadirme. Algún día se me ocurriría decir algo acerca
de su asesinato al pie de la que sería su tumba compartida; para más señas,
fosa común con tres comunistas, como terminaría descubriéndolo.
Después de leerlo, de reservar para mis proyectos
futuros recursos de Poeta en Nueva York
y de detenerme asombrado en su teatro, a la vez clásico y vanguardista, pero
sobre todo en El público, que era la
obra más surrealista que había topado, me pasaba horas enteras contemplando
desde un rincón del Municipal los ensayos de La casa de Bernarda Alba, cuyo tremendo papel hacía Fanny Mikey. La
tiranía de Bernarda con sus hijas prefiguraba lo que sería el régimen de Franco
con los españoles por tantos años.
Por mis revoltosos años 60, de su crimen no hablaba
nadie, ni los marxistas a quienes no les interesaba la comprobada sodomía del
poeta[ii],
ni los mariconchis a quienes no les interesaba la presunta aproximación al
marxismo de su adalid.
El hecho comprobado –e impune, para mayor vergüenza
de España– es que Federico fue mandado asesinar por el esbirro Ramón Ruiz
Alonso, después de sacarlo a rastras de la casa del poeta falangista Luis
Rosales, donde éste le había ofrecido refugio[iii].
Pésimas lenguas iberas aseguran que Rosales le
gritaba a la guardia civil caminera cuando llegó a allanarlo que Federico no se
encontraba escondido en su casa, mientras estiraba la trompa señalando debajo
de la cama donde el cantor de Granada se orinaba en los pantalones.[iv]
Guardia Civil Española con un detenido.
Lo condujeron a la sede del Gobierno Civil al
compás de sus bayonetas, lo trasladaron al pueblo de Visnar, lo vendaron, lo
ubicaron de espaldas ante una fosa en la cual cayó de culos luego de la ráfaga
del pelotón de fusilamiento.
No se sabe cuántos disparos recibió. Los merecía
todos. Su verdugo Ruiz Alonso lo acusaba de ser “socialista y agente de Moscú”.
Quien conducía el automóvil, Juan Luis Trescastro,
se jactó de haber tomado parte en la ejecución, en un sitio conocido como ‘La
pajarera’, donde lo escuchó el concejal Ángel Saldaña:
“Venimos de matar a Federico García Lorca. Yo le
metí un tiro en el culo, por maricón” (García
Lorca, asesinado: Toda la verdad. José Luis Vila-San-Juan.)
Lo acusaban también de dar informes radiofónicos a
Moscú acerca de cómo iba el conflicto civil en España. O sea que lo pasarían
por las armas a la vez por rojo y por sonrosado.
Ejecutaron enseguida a los banderilleros Francisco
Galadí y Joaquín Arcollas, y al maestro Giósciro Galindo, todos atados con las
manos a la espalda, por rojos.
Desde entonces reposan en los barrancos de Visnar,
donde hay por lo menos un millar de restos de ejecutados en Granada durante la
contienda civil.
El sitio se ha constituido en un piadoso parque en
memoria de los caídos. Pero los caídos ahora –bien caídos– son sus
verdugos.
Si España tiene una cola qué mostrar, ostensible, así sea expresada como
documento de papel en más de 1.800 páginas o de mármol a cambio de La Cibeles,
es la de Federico, más de varón varonil que las huevas de los otros poetas en
estampía.
Los familiares de los victimados horrendos se
habían abstenido de solicitar su exhumación y buscar para ellos tumbas más
dignas que un cementerio colectivo.
Pero llegó el momento en que los parientes de los
banderilleros y del maestro se decidieron a impetrarla al juez Baltasar Garzón,
después de que éste estuvo en Colombia, participando de una de estas patéticas
ceremonias de desenterramientos masivos de las víctimas de asesinos paramilitares.
De paso, saltarían los restos del poeta granadino,
de quien sus familiares no han estado de acuerdo en que se remuevan. Por algo
será, pues también afirma el historiador Gibson que tienen un vergonzoso
“guardado” respecto de la muerte de Federico.
Debieron por lo menos haber exigido esa exhumación los valientes poetas
salvados por el exilio[v],
cuando volvieron, para enaltecer la memoria del –¿será aceptable?– mártir
revolucionario.
O si no por lo menos sus colegas del otro extremo,
los
“Faeries de Norteamérica,
Pájaros de La Habana,
Jotos de México,
Sarasas de Cádiz,
Apios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal…
abiertos en las plazas con fiebre de abanico o
emboscados en yertos paisajes de cicuta”, aquellos que invoca en su Oda a Walt Whitman.
Debe ser que el pudor los cubre, de verificar que
el tiro de gracia al más completo poeta de España sí fue precisamente donde lo
confesó el carnífice Trescastro.
Lorca merece un digno panteón, que exhiba para eterna memoria la vergüenza
de España, la ejecución injusta e irracional de un escritor que se la jugó por
la causa del hombre y no de la izquierda, de un español cuya obra se acerca más
a la de Shakespeare que la del mismo Cervantes. No importa por dónde le haya
entrado el tiro que acabó con su pluma.
Más vergüenza aún para los homofóbicos y entregados
españoles de la época, que vieron con ojos ciegos que lo mataran. Ojos que se
tranquilizaron al aparecer en la Cronología de la edición de Aguilar: “1936.
Agosto. Muere”.
Lorca esperando el tiro de
gracia.
[i] DESPEDIDA. Si muero, / dejad el balcón abierto. // El niño come
naranjas. / (Desde mi balcón lo veo.) // El segador siega el trigo. / (Desde mi
balcón lo siento.) / ¡Si muero, / dejad
el balcón abierto!
[ii] Se especula con el tórrido romance que habría sostenido con el
excéntrico Dalí, y de la violación interrupta del uno por el otro en las
Residencias de Estudiantes.
[iii] En el bachillerato había leído conmocionado esa cuarteta de Prendimiento de Antoñito el Camborio en el
camino de Sevilla, prefiguración del suyo: “Y a la mitad del camino, / bajo
las ramas de un olmo, / guardia civil caminera / lo llevó codo con codo”. A la
fosa común, vergajos.
[iv] Atiendo la conseja tan solo por el gag picaresco digno de Chaplin,
pero al tiempo la desvirtúo pues según mis averiguaciones Rosales, que tenía
gran ascendiente entre la Falange, no sólo le dio leal refugio en su casa sino
que cuando supo que Ruiz Alonso, en su ausencia, había ingresado a ella y
sacado al poeta, lo encaró severamente preguntándole tres veces por qué sin
orden escrita ni oral había allanado la residencia de un hombre de la Falange y
retirado a su huésped. Éste respondió las tres veces: “Bajo mi única
responsabilidad”. Según le confió después José Rosales a Luis Penón, lo que
quería Ruiz Alonso no era tanto la cabeza del poeta sino desprestigiar a los
Rosales, haciéndolos pasar por eso que ahora se llama “auxiliares del terrorismo”.
Datos encontrados en el libro de Ian Gibson El
hombre que detuvo a García Lorca.
[v] No hay que demeritar el
heroísmo del exilio, o sea el huir para no dejarse aprehender y matar, pero los
que se fueron fueron: Rafael Alberti, León Felipe, Juan Rejano, Max Aub, Emilio
Prados (que no volvió), María Zambrano, Remedios Varo (tampoco volvió), Ramón
Gómez de la Serna, Salvador de Madariaga, Luis Cernuda, Juan Ramón Jiménez. Al
respecto, y entre los suyos, Sartre dejó esta frase lapidaria: “Los que
regresaron, eran como exiliados entre nosotros”.
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LA VERSIÓN EN EL TIEMPO. com
LA VERSIÓN EN EL TIEMPO. com
Federico García Lorca merece un panteón digno
Por: JOTAMARIO ARBELÁEZ
EL TIEMPO .com |
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Se publicó en la edición impresa de EL TIEMPO, Agosto 27, 2013, Página 16 completa
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El tres de mayo de 1808 en Madrid (también conocido como Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío2 3 o Los fusilamientos del tres de mayo1 )
es un cuadro del pintor aragonés Francisco de Goya terminado en 1814 que se conserva en el Museo del Prado (Madrid, España).
http://es.wikipedia.org/wiki/El_tres_de_mayo_de_1808_en_Madrid
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Se publicó en la edición impresa de EL TIEMPO, Agosto 27, 2013, Página 16 completa
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4
MatiasPeroni
Hace 5 minutos (Ago, 27, 2013
Excelente... para el recuerdo la anécdota del libro
pegado en el maletín. a pesar del tema del entierro del poeta, que a propósito
hizo parte de las razones que le costaron la judicatura a Garzón, Si hubo un
intento de expiación de culpas respecto al asesinato de Federico. Vale la pena
aprovechar la tecnología para ver la película de j.a. Bardem basada en el libro
del Hispanista Ian Gibson Lorca Muerte de
un Poeta http://youtu.be/PO4QiJXLV_s
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El tres de mayo de 1808 en Madrid (también conocido como Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío2 3 o Los fusilamientos del tres de mayo1 )
es un cuadro del pintor aragonés Francisco de Goya terminado en 1814 que se conserva en el Museo del Prado (Madrid, España).
http://es.wikipedia.org/wiki/El_tres_de_mayo_de_1808_en_Madrid
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