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LA PARTIDA
DE AMIRI BARAKA Y LEROI JONES
En los últimos años la impaciente ha segado a
notables poetas, voces grandes que
acompañan en medio de nuestras cotidianas miserias. Héctor Rojas Herazo,
Gonzalo Rojas, Antonio Cisneros y hace unos cuantos días Amiri Baraka.
No acababa
de escribir, a petición del Movimiento Poético Mundial, esta nota a propósito
del fallecimiento de Baraka, cuando se nos vino la despedida de esa alta torre
de vigía, de humanidad, llamado Juan Gelman.
Un mazazo, sin duda duro de asimilar, uno de
esos “golpes tan fuertes en la vida” como diría César Vallejo, que instalan en
la garganta una súbita mudez, un involuntario tartamudeo.
Comparto estas palabras y evocaciones sobre el
poeta Amiri Baraka.
LA PARTIDA DE AMIRI BARAKA Y LEROI JONES
Juan
Manuel Roca
Fue en los ruidosos años sesentas cuando Leroi Jones, el poeta negro americano, “el mejor de todos” según Margaret Randall, empezó a dejar oir su inequívoca voz desde una parte de su país que recibía los aires revolucionarios del “Black Power”, las revueltas ya míticas de hombres y mujeres como George Jackson y Ángela Davis. Y, por supuesto, años turbulentos cuya banda sonora era la palabra soñadora y vigorosa de Malcolm X.
El “Black Arts Moviment” y también la generación
“Beat”, renovaban las costumbres y ponían un acento libertario en cada una de
sus aventuras estéticas y políticas, a las que aunaban un tono de canción.
Muchos años después de que Leroi Jones ya fuera
un poeta decisivo en el escenario poético de Estados Unidos, optó por dar de
baja su nombre de pila para trocarse en Amiri Baraka, continuador y
profundizador de una poética insumisa, cuando ya empezaba a languidecer y
acartonarse, entre otras, la figura impulsora de la corriente “beat”, Allen Ginsberg.
Lo conocí, o sería mejor decir los reconocí, a
Jones en su poesía traducida a nuestra lengua en decenas de antologías, y a
Baraka en su casa de Newark una noche del verano de 1992, tras un viaje en tren
con el traductor Tim Pratt. Fue como sentarse con el poeta y su antifaz, y esto
me hizo recordar unos versos suyos de “Un poema para Willie Best”, de su etapa
primera: “Un renegado/ detrás de una máscara./ E incluso/ la máscara, un
renegado encubre”.
Esa poesía vertiginosa, humana y desamortajada, nos
llegaba a Colombia a ramalazos desde el corazón del Village en un gran fresco
verbal que entremezclada las imágenes de Ferlinghetti y Gregory Corso y a veces
nos subíamos a una novela de Kerouac (“En el camino”, “Los vagabundos del
Dharma”), como a un tren donde esperábamos encontrar a un paria tocando en su
armónica una suave canción de Bob Dylan.
Muestra del talante libertario de Amiri Baraka,
y esto me lo dijo mientras sonreía y mostraba el amplio teclado de su
dentadura, se remite entre otros hechos memorables a su expulsión del ejército
norteamericano, “por indeseable”.
Que el ejército más indeseable del planeta
expulse a un hombre por remolón y por no entrarle con ganas a las órdenes
siempre ligadas a “la banalidad del mal”, ya hablaba muy bien de mister Jones,
una suerte de Bartleby con gorra de soldado.
Entre 1963 y 1965 radicaliza su quehacer
poético, al abandonar la música blanca de las palabras para volcarse en la
musicalidad negra de ellas, buscando en sus raíces y empieza a acompañar sus lecturas
con músicos negros, variopintos intérpretes y creadores del jazz y del blues.
Lo entrevisté en 1992.
Recuerdo de mi visita y entrevista a Baraka su
casa solariega en Newark, ese poblado con fama de loco y vocinglero, la calidez
de su saludo y su voz pedregosa, la tonalidad melódica de su esposa, una bella
mujer descendiente de negros e indígenas cherrokee, las bellas máscaras
africanas colgadas en muchas de sus paredes, la chimena llena de libros en el
espacio para la leña, como si se tratara de una metáfora sobre el fuego de la
poesía y, en un sitio de privilegio del salón, una mola diseñada por las manos
de alguna indígena cuna.
A mi pregunta sobre el significado del blues en
su poesía, Amiri Baraka me dijo que se trata de una continuación histórica, que
el blues es la memoria musical de los negros y que su nombre proviene del color
azul de Guinea que usaban los esclavos.
Cuando le menciono a Malcolm X y le pido una
palabra que lo designe, me mira con fijeza y de la misma manera responde. “Fuerte.
Pero aún así lo mataron”.
Todas sus respuestas son rotundas, asertivas
pero nunca carentes de humor, negro, naturalmente. “Los norteamericanos aman la
poesía. No la poesía de la academia derechista, hecha para estupidizar a la
gente. Están interesados por la muerte, porque la muerte es predecible. En cada
época, cuando ha habido un levantamiento político, éste ha estado siempre
apoyado en los artistas, y en esos momentos la poesía es la vanguardia. Por
ejemplo, el rap es la continuación de los años 60. El rap es la poesía
popular”.
Luego me hablaba del descubrimiento que hizo muy
joven de un continente, así lo calificaba, llamado Federico García Lorca, leído
en las traducciones que hiciera el poeta Langston Hugues. Esas lecturas del
poeta andaluz las acompañaba a ratos de música gitana. También leyó a Neruda.
Me cuenta emocionado de su primer viaje a Cuba seis meses después del triunfo
de la Revolución, de su interés en dos poetas latinoamericanos: Roque Dalton y
Otto René Castillo.
Entre otras cosas, le cuento que el día anterior
tuve una reunión con un grupo de muchachos latinos, objetores de conciencia que
se niegan a enrolarse en los respectivos ejércitos de sus países, y aprovecho
para preguntarle, precisamente, cómo fue esa célebre expulsión suya del
ejército norteamericano.
Vuelvo a reproducir sus palabras: “Fui
meterólogo y bibliotecario en ese servicio militar. Me mantenía como librero nocturno, pero con mi
arma siempre a discreción. Con un grupo al que llamábamos “la gallada”, cerrábamos
la biblioteca, poníamos música y nos emborrachábamos. ¡Ah!, eramos todos “unos
grandes intelectuales”. Después de escuchar a los clásicos también escuchábamos
absortos a Charlie Parker, para desquitarnos. Nada de música militar. Las
óperas de Stravinsky y luego, blues y más blues. Nunca nos pillaron porque yo
tenía la llave. Era como tener mi propia Academia: música, trago, libros. Por
el licor era por lo que esto podría llamarse en verdad una Universidad: no hay
nadie más serio que un borracho. Me expulsaron después de la Academia y luego de la fuerza aérea. Dijeron que yo
era comunista, pero en esa época yo era budista. Alguien mandó una carta
acusándome de marxista. Entraron a mi habitación, me encontraron “El Capital”...
y adiós. Pero yo leía de todo: budismo, poesía, de todo. Me echaron: yo estaba
rematadamente feliz. Me sacaron del grupo de aviadores y me pusieron a tender
las camas de los oficiales”.
Y bien, acaba de morir a sus 79 años Amiri
Baraka, sucesor de Leroi Jones, su alma siamesa. Aún lo veo en su casa de
Newark entre músicos, o en las calles de Medellín, entre muchachas y poetas.
Uno de los grandes insumisos se suma al coro de ausentes.
Emociona saber que así como hay miles de
estrellas muertas en el cielo que siguen alumbrando, también hay miles de
poetas muertos que nos siguen, de la misma manera, alumbrando.
Así ocurre con la palabra luminosa del poeta
Amiri Baraka.
Bogotá, enero 13 de 2014
Bogotá, enero 13 de 2014
Publica y difunde NTC … Nos Topamos Con …
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Subido el 23/04/2007
Memoria audiovisual del Festival Internacional de Poesía de Medellín
http://www.youtube.com/watch?v=k5mBGE--MtQ
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http://www.youtube.com/watch?v=mekNy7o3-JE
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Murió Juan Gelman, el hombre que escribió la revolución, el dolor y el amor
Ñ, EL CLARIN LITERATURA 14/01/14 - 21:23
http://www.clarin.com/sociedad/Murio-hombre-escribio-revolucion-dolor_0_1066693466.html
Fue uno de los poetas más importantes del país. Ganó el Cervantes en 2007. Visitó la Argentina por última vez en agosto,
cuando presentó su libro "Hoy" en la Biblioteca Nacional.
Supo hacer alta poesía con palabras comunes, como casi nadie, y llegar al corazón de millones.
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A manera de NTC ... HOMENAJE y MEMORIA. EVENTO MUY RECIENTE:
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*** 8 de enero, 2014, Cartagena, 7:00 P.M.
--- "Del amor", del gran Juan Gelman. Lectura de los poemas por Juan Manuel Roca, con el bandoneón de Rodolfo Mederos, director del montaje, con el contrabajo de Sergio Rivas y la guitarra de Armando de la Vega. En el ciclo "Música del Nuevo Mundo" del VIII Festival de Música de Cartagena. Lugar: Auditorio Getsemaní del Centro de Convenciones. Las entradas son a precios populares. Es un gran homenaje al extraordinario poeta argentino
NTC ... Enlaces y "adelantico":