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ROSA
LENTINI, PALABRA QUE SUTURA
JUAN MANUEL ROCA
Texto leído en la
Biblioteca Nacional de Colombia
como presentación del libro * de Rosa Lentini. 21 de septiembre de 2015
Se lee la “poesía
reunida” * de Rosa Lentini y se asiste a la palabra como huella, dibujo de un
mundo que dialoga con los tiempos idos y los presentes, como si el cuerpo en
reposo, sedentario, al evocar caminos hiciera yunta con la imaginación que
siempre es nómada para formar un todo. No hablo de nostalgia, de la añoranza de
un tiempo pretérito, sino de la evocación tan cara a Milosz y tan contraria a
las tropelías del tiempo.
Hay una interlocución en
la poesía de Rosa Lentini con los espacios de la infancia, no como la del viejo
poeta que la suponía única patria, sino como una sumatoria de últimas cenas,
del mundo fugaz mirado como una víspera. La imagen de Dylan Thomas, “la pelota
que lancé en la infancia aún no ha tocado suelo”, podría hacerla suya trocando
esfera por puerta y de pronto afirmar que la puerta que entreabrió en la
infancia no se ha cerrado todavía:
“Cuando el atardecer
deja escapar un acorde
de horizonte
desajustado, ninguna ve a la niña
que desde el otro lado
de la puerta entornada
registra cada detalle y
su espalda se dobla
como ahora lo hace mi
propia huella en el mundo”.
De huellas y adioses, se
podría decir que de tiempo, está hecha buena parte de su poesía y por eso no
debe extrañarnos que ejerza en muchos parajes la reescritura, como acostumbra
hacerlo la memoria que siempre altera, y muchas veces a su pesar, lo ya
ocurrido. En uno de los primeros poemas publicados por Lentini y que cierra
este volumen hecho de manera retrospectiva entre el 2014 y 1994, traza lo que
ella llama “palabras que son huellas/ de caminante/ de un bosque nocturno”. Tal
vez de esos regresos venga su decisión de empezar este libro por sus poemas
recientes para ir poco a poco a su etapa inicial, a su despegue.
Leídos ahora estos
versos que acabo de citar, me resultan una suerte de arte poética, como si en
la nocturnidad de la espesura del lenguaje el poeta encontrara los pasos
abandonados u olvidados en su camino, señales indelebles en el bosque
simbólico. Y es que como dice Ida Vitale, “las palabras son nómadas, la mala
poesía las vuelve sedentarias”.
En esta poesía es huella
el piano lo mismo que la voz de la cantante, es huella la sonrisa rota del
Licenciado Vidriera en el reflejo del cristal, es huella una pista de hielo que
no se deshace en el recuerdo, honda huella la imagen del “hombre desnudo que
ara sobre la mujer/ y clava en el vientre el misterio que somos mi hermano y
yo/ saliendo de sus cuerpos”, en una bella visión elusiva de un acto del que
todos venimos, al que Rosa llama con sinigual precisión y belleza una forma de
arar, una manera de hacer ocultos surcos, una siembra humana que no por
cotidiana deja de ser misteriosa.
Huellas, sí. Pero
también bálsamos y suturas hay en esta poesía. La sutura, que es la costura con
que se cierran los labios de una herida, es una palabra que asalta por momentos
los versos de Rosa Lentini. Ella es una zurcidora de heridas que son palabras
que vuelven a ser heridas. Una hábil cosedora de objetos rotos.
Que la poesía “ha estado
siempre abierta a las cosas, arrojada entre ellas, arrojada hasta la perdición,
hasta el olvido de sí, del poeta”, es una aguda afirmación que hace María
Zambrano, algo de lo que puede hacerse seguimiento en muchos de los temas y
registros de la poeta catalana.
Dialoga esta poesía con
Stephane Mallarme, con Paul Celan o quizá con Pierre Reverdy, y en su etapa
primera con Alejandra Pizarnik, haciendo de su patria un cruce de caminos como
creo que lo dice en una entrevista que le hiciera el poeta colombiano Juan
Pablo Roa, pero sobre todo funda realidades simbólicas, verdades estéticas que
alejan su voz de los poetas de temporada que establecen un diálogo privativo no
con un “yo” sino con un ego. Y ya sabemos que el ego exaltadamente
auto-referencial prefiere fingir la razón antes que desnudarse. Y que
inclusive, miran de forma minúsválida su propia andadura y entregan “informes
falsos”. De ahí que los poemas de Rosa Lentini evitan un “danzar con armadura”,
la expresión es de Pound, al insertar elementos narrativos, pasajes en prosa,
vigilias sensoriales, en un coto de caza que intuye desde las atmósferas o las
sensaciones más que desde las verdades objetivas, pues estas a menudo resultan
de fácil pero efímera comprobación.
Una carga onírica
también invade sus versos. El sueño, que según el romántico alemán es poesía
involuntaria.
No estaría mal ver a
Rosa Lentini como a una suerte de zahorí. Del zahorí, armado de paciencia e
intuición y de una precaria horqueta de fresno o abedul, se decía que lograba
en la España medieval percibir lo oculto bajo tierra, mapas de sombras,
grafismos tachados, silabarios de nieve, “engañosas certezas”, arroyos que se
lavan a sí mismos y manantiales secretos.
Armada de paciencia e
intuición, repito, no pocas veces Lentini encuentra el manantial que corre bajo
el erial del mundo cotidiano, presente o pasado, o el nacimiento de un ojo de
agua, la esencia de las cosas que se nos ocultan, cambiando la horqueta de
fresno por la palabra que sutura y fecunda entre los dos labios de la herida.
De esta manera, su quehacer logra
encontrar poemas ocultos, palabras como talismanes, parajes escondidos donde
moran sus muertos y en donde hay objetos rotos, estaciones en fuga, nieves de
antaño, la boca y la voz de Mahalia Jackson, desarraigos y ofrendas, venenos y
piedras, y retratos de familias y de mobiliarios que terca, obstinadamente las
sobreviven sin acusar la ruina del tiempo o la fatiga del bronce.
No estaría mal tampoco
verla trazada en unas palabras suyas, que escamoteadas para este otro espacio
de afecto y respeto por su obra, de alguna manera le vienen bien a cierta
apreciación que tengo de su condición creadora:
“Buscadora de líquenes
predice cuando va a
llover
se adelanta a su trabajo
en el mundo
palpando los ojos
auscultando la madera”.
El suyo, además de una
vocación por crear suturas a las palabras rotas en la guerra de los
significados, es un noble oficio de pastoreo del tiempo, una decidida acción
para correr o vadear fronteras, una
forma de salir de casa a tocar la lejanía y atraerla desde sus propias melodías
al blanco del papel.
Lentini hace de puente o
de bisagra entre las puertas que dejan pasar sin aduanas el pasado al presente,
o un futuro entrevisto por una niña que las deja entreabiertas como crisálidas.
Todo el material de su viglia le sirve para establecer desde un debande de
certezas que se hacen preguntas, los mundos que nos rodean y que no siempre,
acosados por un tiempo enajenado, logramos ver.
Quizá, me digo, esto que
busca y que encuentra la autora catalana en su búsqueda de sí, en la traducción
de sí misma, sea lo que Herbert Read, un hombre empecinado en “ayudar a ver” y
a leer no solo con los ojos las formas de cualquier arte, llamara de manera
inquietante “los símbolos de lo desconocido”.
* Lentini Rosa, Poesía
Reunida (2014-1994). Animal Sospechoso Editor, Barcelona 2015
http://animalsospechosoeditor.blogspot.com.co/2015/06/rosa-lentini-poesia-reunida-2014-1994.html
------------http://animalsospechosoeditor.blogspot.com.co/2015/06/rosa-lentini-poesia-reunida-2014-1994.html
NTC ... ENLACES
Se publican allí seis
poemas revisados por la autora para su libro Poesía reunida (2014-1994), publicado por Animal Sospechoso
Editor.
Puede afirmarse que la
presente Poesía reunida ha nacido bajo el signo de la reescritura.
Al terminar de escribir Tuvimos los libros anteriores quedaron
iluminados por éste, hasta el punto de sentir la necesidad de
reescribirlos. La idea de invertir el orden de los libros al reunir toda
la poesía llegó casi por sí sola. Así, algún poema inicial de La noche
es una voz soñada cayó y el resto ha sufrido grandes cambios. A los
textos en prosa de Cuaderno de Egipto, la primera de las plaquettes,
seriamente modificados, se les ha sumado dos poemas completos. La primera parte
de El sur hacia mí, publicada en segunda edición en libro aparte en
2013 bajo el título de Tsunami (poema) con acuarelas de
Rosa Agenjo, fue ya ampliada y reescrita, aunque la presente edición contempla
todavía algunos cambios. Los poemas de la segunda y la tercera partes de El
sur hacia mí han seguido idéntico camino de reelaboración. De la
segunda de las plaquettes, Las cuatro rosas, se
modificaron y rescataron sólo los cuatro poemas referentes a las rosas y a su
relación con la estación del año. Únicamente los poemas breves de El
veneno y la piedra, salvo alguna desaparición, permanecen en su mayoría sin
alteraciones, no así el resto. Por último, al compendiar los escritos, se
observó que los poemas fluían mejor eliminando la mayor parte de la puntuación
referida a los puntos finales y a las comas, y muchas de éstas se sustituyeron
por espacios en blanco.
Rosa Lentini
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La fotografía de la Poeta, tomada de: