jueves, 22 de agosto de 2013

Horacio Benavides. Por: ÓSCAR COLLAZOS. El Tiempo 21 y 22 de Agosto, 2013. NTC ... Seguimientos y compilaci9ones

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Horacio Benavides

Por: ÓSCAR COLLAZOS 
El Tiempo .com 5:57 p.m.,| 21 de Agosto del 2013

Si no se hubiera dado la mezquina reacción de un poeta que impugnó la merecida distinción concedida a otro poeta, el Premio Nacional de Literatura 2013, del Ministerio de Cultura, hubiera sido noticia por unos pocos días, antes de salir del escenario que la cultura les arrebata al entretenimiento y al espectáculo en los “medios”.
Celebro que se haya dado la necia impugnación del premio por parte de uno de los concursantes. Sin esta querella no se hubiera producido el casi unánime reconocimiento que un número grande de escritores colombianos le acaba de hacer a la obra de Horacio Benavides (Bolívar, Cauca, 1949).
El “ruido y la furia” de la “polémica” no movieron del alto lugar que viene ocupando al autor de De una a otra montaña en la poesía colombiana. Por el contrario, sirvieron para presentarlo al público que no lo conocía ni había oído hablar de él. El premio vuelve más visible a un poeta que ha conseguido la profundidad de la sencillez y el difícil arte de despojar su poesía de lo que no es poesía.
La obra de Horacio Benavides fue recogida en un primer tomo de 360 páginas, editado en la Colección de Poesía de la Universidad Nacional en el 2008. Monte Ávila, de Venezuela, publicó una nueva selección de la obra poética del caucano: Serena hierba. Con esta recopilación obtuvo el Premio Nacional concedido por los jurados Piedad Bonnett, Rómulo Bustos y Ramón Cote Baraibar.
En las últimas semanas se ha hablado más del turbio tema de las envidias literarias que de la obra premiada. El público no especializado, lector de literatura, desconoce a Benavides. Cuando lo descubra, se sorprenderá al encontrar un poeta que parece haber vivido desde siempre en la evocación de su fascinante infancia campesina, ajeno a la ciudad donde ha vivido.

Benavides no es un poeta primitivo. Es un escritor de esmerada pulcritud en su lenguaje, sobrio en el refinamiento de sus imágenes, un poeta moderno que adelgaza y abrevia los versos de sus poemas hasta el laconismo.
“Hay un pájaro / que canta al anochecer / rondando la casa / del que va a morir / Su canto será lo último / que escuchemos / y así nuestro círculo estará cumplido”. De esta clase es el vínculo de la sensibilidad humana con el delicado zoológico que Benavides arma y desarma en sus poemas.
Me parece milagroso que Benavides haya podido blindar sensibilidad y temas de su poesía de la trágica y muchas veces repugnante realidad de nuestro tiempo. Ha podido guardar durante más de 30 años el entrañable mundo de lo que, imagino, fue su infancia y la infancia de sus ancestros. Su poesía es sencilla y enigmática, como lo fue, en su momento, la del gran Aurelio Arturo.
Lo que podría entenderse como evasiva o indiferencia ante las turbulencias de la realidad es, en cambio, un propósito grande: la vida que pasa por la poesía de Benavides no ha sido pervertida; los repetidos ciclos de nuestra maldad social y política no han penetrado en el ámbito de una poesía que vincula a los seres humanos con la naturaleza. Este es el origen de su singularidad: la serena belleza de sus imágenes.
Rectificación. En mi pasada columna escribí, refiriéndome a los escritores y artistas que prometieron no volver a España mientras se exigiera visado a los colombianos, que no quedaba uno solo de aquellos admirados compatriotas que no haya llenado los ominosos requisitos. Queda uno: Fernando Vallejo.
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